Proyectos de legislación, comentarios editoriales, cartas de lectores y un sinnúmero de notitas pedorras tienen como tema el flagelo del spam. Tal vez ahora ya no sea un tema en auge pero, aunque menor, se lo sostiene como problema en la agenda tecnológica. Algunos engolados hablan de “la salud” de las comunicaciones virtuales, y a veces son los mismos que elogian las campañas virales. En fin... acaso sea un debate posible.
En tal caso, yo propongo otro: hablemos del bombardeo de SubTV (cultura empresarial), de la destrucción de su gráfica institucional en andenes y vagones (diez años impidiendo cualquier historia de amor), hablemos de la invasión de su propaganda no tradicional. Recuerdo una época en que iba al Centro a trabajar, a pasar ocho horas del día sin más estímulo que el sueldo a fin de mes. Y llegué a hacerlo hasta por 500, ya en el siglo XIX (a veces lo veo a K y tiro la cadena, y después pienso en el resto y hay más olor a muerto que antes). Digresiones al margen, iba dormido a laburar: en Los Incas me sentaba semidormido, dormía, y resignado me bajaba a medio despertar en Uruguay. Un día bajé al andén empapado por un diluvio. Unos carteles escritos con marcador ya corrido decían que el trayecto estaba medio cortado a la altura de Juan B. Justo. En Los Incas se demoraba una formación colapsada de cuerpos. Era termodinámicamente imposible viajar más apretado, estufado, ensopado. Cuarenta minutos demoró ese viaje. Cuarenta. Con las botamangas y las zapatillas mojadas (el resto estaba húmedo), bajé del subte y un cartel me enrostró la inverosímil sonrisa de Gianola, que me aseguraba que jugando al quini seguro me salvaba, al menos de viajar como el orto. Caminé hasta la escalera mecánica abrumado por los signos, sofocado por reconocerme un punto del malestar, un rulemán con angustia. Subí por la escalera mecánica, lenta por la sobrecarga de la tropilla y, mientras veía sobre las paredes del túnel una trama flotando en un agua burbujeante, escuché que unos parlantes decían: “Bienvenido. Ahora usted está en una tela...”. Y ahí nomás, como buen ciudadano, chito, estoico o pelotudo, te tenías que morfar estar dentro de una propaganda de mierda sin decir ni mu, como al menos hacen las vacas en el brete.
No sé si seguirán montando ese tipo de propagandas, lo que sí, ahora hay un juez que dice que trabajar en el subte no es insalubre, aunque hasta Peter Capusotto conoce la relación entre oscuridad, encierro y fatiga.
Y también hay un blog que se llama Viaje Como El Orto (del que no paso el link porque tiene recomendados a Rozitchner Jr. y a Facundo Pastor).
El malestar también es viral.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario