30 mayo 2006

Un médico a la derecha

Hace unas cuantas semanas que se viene palpitando este clima mundialista que a quien suscribe tanto le molesta. Vendría a formar parte de los "hechos que indignan".
Yo te miro los partidos, te grito los goles, te puteo a los árbitros... pero la parafernalia marketinera, la exhortación patrioteril y la especulación eterna y vacua de los periodistas deportivos, los no tan deportivos y los no tan periodistas me rompen soberanamente las almendritas.
Sin embargo, cada tanto alguna cosa, a pesar de formar parte del aparato mediático mundialero, deja la veta del absurdo tan al descubierto que no puede sino causarme gracia:
Ver el Mundial puede ser perjudicial para la salud, titula Clarín y, mientras prescinde de su ya gastado "ahora dicen" (que, hay que mencionarlo, vendría como anillo al dedo), se basa en estudios científicos que confirman el aumento de paros cardíacos, comas etílicos y hechos de violencia luego de los partidos.
Hasta hay gente que recomienda eliminar las rondas de penales por razones de salud pública.

29 mayo 2006

Advertencia

Debo decir que ando con vitrosis, esto es: una inflamación en mi vínculo con los vidrios a mi alcance.
El saldo de esta afección viene siendo, por el momento, la rotura de una ventana, de una copa bellísima y la adquisición de unos lentes -también bellísimos- con los que no veo nada y que he tenido que mandar a rehacer.

Así que ¡attenti! porque hay una vitricida suelta.

28 mayo 2006

Más dudas que certezas

la miro, la miro y no termino de decidirme...

La hermana Bernarda: ¿Mujer tradicional o travesti con bigotes?

23 mayo 2006

Bitácora de obra, día 1

11 horas
Desconcertada, me despierto porque la tele está prendida. Pienso que no deben ser las ocho todavía, porque me dijeron que a esa hora venían, pero suena el teléfono y es mi madre quien, entre otras cosas, me informa el horario: diez menos cuarto. Me pongo loca, pero estoy dormida y no me sale muy bien. Corto y vuelvo a la cama. Hace frío. Me levanto y me visto. Sin peinarme, voy a buscar al capataz de la obra de al lado y le pregunto si no van a venir a arreglar mis paredes. Me contesta que yo había quedado en avisarle cuándo podían venir. Le retruco que se lo dije el mismo día que pedí posponer el trabajo una semana, y que eso nos dejaba en el martes 23, o sea hoy; me mira con cara de que lo estoy cagando, pero accede y vienen a ver la pared. Me advierten que se va a llenar todo de polvo. Miro la delicada infraestructura con la que he cubierto los muebles del dormitorio y pienso que no sirve para nada. Cada cosa que quedó ahí tiene una bolsa que la cubre y rodea. Decido que es tarde para improvisar algo, que le den así nomás. Después me pelearé con todo ese polvillo (que –­hay que decirlo– en general me gana).
Queda pendiente el asunto del living. Me pongo a hacer las fundas para cubrir esas cosas, pero sólo hago la de una biblioteca y la coloco. No sé qué hacer con la tele ni con el sillón. La tele sigue prendida en Crónica.
Cada vez hay más cosas dando vueltas por todos lados.

13.30 horas
Se fueron a comer y volvieron. Bah, es uno solo. El capanga se da una vuelta cada tanto y va supervisando los pasos del obrero que está atendiendo mi pared del dormitorio. Estuve en tratativas para ver dónde paso la noche… Puede ser en lo de Hugo, también podría ser en lo de Paula. Si no pasa nada en ese sentido, me iré a lo de Ariel y madrugaré mañana para abrirles la puerta a estas personas.
(Esto es una especie de exorcismo; lo de la escritura, digo.)
Hace un rato me di cuenta de que no tengo dónde echarme. No me pasa nunca, pero ahora me está empezando a molestar la cintura y me querría tirar en alguna parte. En cualquier momento empiezo a somatizar.
La buena noticia es que van a pintar todas las paredes. Y pensándolo bien, es bárbaro que haya tenido que pasar este tema de la obra, porque viene bien la pintura: esta casa necesitaba una lavada de cara desde hacía rato. Ojalá que pueda elegir los colores. Se verá.
Hablé con la dueña de casa y le mencioné que creo que hay problemas de humedad en los cimientos. Me sugirió que le preguntara a esta gente qué onda, a ver qué les parece a ellos. Ni ella ni yo tenemos la menor idea de estos asuntos.
Las fundas del living están todas listas. El nylon alcanzó justo, aunque los 15 metros por 3,60 parecían demasiado. Todo parece esos pasillos de ET. Tendría que tener un micro por Utilísima Satelital para explicar cómo he sobrellevado haciendo fundas estas lides de la construcción.
Fui al almacén a proveerme de algunas cositas y, cuando volví, tuve que ir al baño. Ahí me di cuenta de que en ningún momento había reparado en el estado de mi cabellera: lamentable.
Compulsivamente tengo que ponerme a hacer cosas, por eso estoy gastando el teléfono a pleno, aprovechando para llamar a gente con la que hablo poco, y para llamar a gente con la que seguir haciendo esta catarsis inmensa. Me esperan unos días bravos, parece…
El muchacho ahora está poniendo material sobre los ladrillos. ¿Liquidará el tema del dormitorio hoy? Ojalá que sí. De todos modos, esta casa es invivible en este estado.

15 horas
Voy a dormir a lo de Germán. Él estaba apurado porque tenía que salir a laburar y me dejó en negociación con su madre, que me informó, para mi beneplácito, que tienen un cuarto para mí y que no hay ningún inconveniente en que lo use.
En la perspectiva de tener que usar la casa de otro –uno/a que viva cerca, porque mañana hay que estar acá temprano­–, esta solución es la mejor. Pensaba en si tuviera que ir a alguna casa de mi familia, y ese cuadro no me agrada.
Todo está lleno de polvo: los pisos, las cosas, mis uñas y mis pelos.
De repente, me doy cuenta de que tengo que hacer una cantidad de tareas:
-Remendar unas prendas que adoro y que he ido juntando en una bolsita, que apareció cuando me puse a organizar esta movida de la obra.
-Llamar a un plomero que haga una revisión de las canillas, porque hay un par que pierden.
-Cuando estén pintados los cuartos, voy a tener que pintar el patio, porque si no va a quedar desprolijo.
-Habrá que evaluar cuál es el estado de los pisos luego de todo este asunto.
Ay, falta tanto para decir que la casa está en orden.
Hablé con la gente de mi oficina. Me van a mandar cosas para que labure acá en casa. Mejor, así tengo algo que hacer en lugar de desesperarme porque las paredes se me vienen encima y no tengo donde recostarme.

16.30 horas
Vino el arquitecto. Me dijo que se va a trabajar como a mí me convenga. Entonces, mañana no se madruga. Con el estándar de levantarse a las nueve, todo queda más o menos bien, así que me voy a dormir a lo de Ariel y a la mañana me vengo a abrirles la puerta.
Ahora ya son dos las personas que, agarradas de sus fratachos, andan cicatrizando lo que uno de ellos tiró solo. No sé cuánto va a tardar en secarse. El arquitecto me mira, después gira hacia la pared y sentencia: “No menos de quince días”. ¡Quince días!

17 horas
Hay exilio de baldes y utensilios de trabajo. Están barriendo. Ya dejan mi dormitorio. Parece que la obra sigue mañana.

Nota mental: Para el futuro quiero un mayordomo que se ocupe de todas estas cosas. Ojalá que la fortuna que estoy amasando me lo permita.

22 mayo 2006

Cada vez hay más cosas

Días atrás, Diego me contaba que una de sus hermanas, en plena crisis de mudanza, había soltado una frase que contradecía toda la lógica material. “Cada vez hay más cosas”, se escuchaba a medida que muebles, cajas, electrodomésticos y demases desfilaban de adentro hacia fuera. Diego es un buen contador de anécdotas, y lo cierto es que cuando llegó al punto del relato en que tiró eso, me produjo una risa sincera.
Apenas unos pocos días después, me vi obligada a hacer una mudanza interior. Con motivo de una obra de construcción tras la medianera de casa, las paredes han sufrido diversos tipos de grietas, humedades, caídas de revoque y etcéteras; y finalmente esta semana empiezan a arreglar todo, excepto el temita éste de que voy a ser rehén en mi propio hogar.
La movida incluye el desplazamiento del setenta por ciento del mobiliario, la disposición de materiales que protejan los pisos, los muebles y las cosas que contienen, y una especie de preparación mental para afrontar un procedimiento tan invasivo como a mí me parece que es todo esto (vengo pensando hace días que es como que me van a hacer una operación que va a durar una semana).
O sea, hay una especie de infraestructura de mudanza, pero lo cierto es que no se está yendo a ninguna parte. Alguien dirá que la casa va a quedar mejor y yo no lo dudo, pero esta operación no requiere anestesia, sino más bien al contrario: muchas pilas.
Parte del asunto de los preparativos consistió en deshacerse de buena cantidad de papeles-objetitos-cositas que –ahora se ve– estaban al pedo. Sin embargo, y a pesar de que materialmente los desechos podrían cuantificarse en el volumen correspondiente a tres bolsas de consorcio y algunas cajas, debo darle la razón a la hermana de Diego y admitir que es innegable: cada vez hay más cosas.

19 mayo 2006

Me dieron ganas

Hace tiempo que no lo leía y volver a toparme con él me gustó.
Buen fin de semana para todas y todos


Para Jane

225 días bajo la hierba
y ya me conoces mejor que yo mismo.

ellos se han llevado tu sangre,
eres un palo seco en una canasta.

¿es así como funciona?

en este cuarto
las horas de amor
aún hacen sombras

cuando te fuiste
te llevaste casi
todo

me arrodillo en las noches
ante tigres
que no me dejarán ser.

lo que fuiste
no volverá a suceder.

los tigres me han encontrado
y no me importa.

16 mayo 2006

La mafia china y yo (Parte I)

Como parte de una nueva ¿sección? de colaboraciones, Adriana Mastieri (amiga de la casa) nos envía un relato prologado por las promesas y amenazas que aquí nomás siguen.

"Bueno, yo te mando la primera tanda de chino. Después sigo con el acolchado. Obvio que me siento una víctima de la mafia china. Voy a contratar una banda de yakuzas para exterminarlos en cualquier momento, por ahora sólo se salvan por la comida."

No recuerdo exactamente cuándo fue, digamos en la temporada primavera/verano 05/06, pero sí sé que el caso del chino pirómano que quemaba mueblerías por la ciudad estaba en pleno auge mediático (e incendiario).
Notamos por esas épocas que un nuevo restaurante de comida china había abierto sobre Ángel Gallardo, a tres cuadras de casa. Era un local raro, demasiado grande para un take and go pero no había mesas que invitaran a quedarse a comer. Lo que sí había era panfletos colgando en la puerta y me llevé uno, ya que el otro restaurante chino del barrio ya de chino no tiene nada (empezando por el cocinero). De modo que la novedad fue bienvenida.
Un miércoles del referido período decidimos llamar y probar la comida, serían alrededor de las once de la noche. Mejor dicho, serían las once cuando llamé, no sé qué hora era cuando terminé de tratar de hacer que el chinito entendiera la dirección y la comida que pedía, ya se había ido al carajo de tan chino que era el muchacho y de tanto no entender nada. Bueno, el asunto es que la comida tardaba, tardaba; no sé con qué nos colgamos y no llamamos para preguntar qué pasaba, pero la cuestión es que un poco después de las doce y media (dicho de otro modo, casi a la una de la mañana) vino un chinito en bicicleta con el pedido. La comida era bastante mala por cierto, se puede decir que era la peor comida china que probé en mi vida: los fideos estaban pasados, ni siquiera los pudimos terminar.
En esta instancia del relato se impone la necesidad de tomar partido: uno debe elegir entre un universo regido por el azar y tendiente a la entropía, u otro gobernado por la necesidad en el que las casualidades no son posibles. Yo me quedo con el segundo, más que nada para ponerme al servicio de la narración que me incumbe.
Lo cierto es que al día siguiente, en el noticiero matutino, nos enteramos de que el chino pirómano había sido capturado durante la madrugada, luego de incendiar -entre otras- una mueblería en Villa Crespo y otra en Caballito, movilizándose en bicicleta con su bidón de nafta. Las coordenadas eran llamativas: para hacer el camino entre la mueblería de Villa Crespo y la de Caballito, el chino tenía que haber pasado cerca de casa forzosamente. La pregunta que se imponía era: ¿cuántos chinos en bicicleta andan por Caballito un miércoles a la una de la mañana?
Así fue como supimos que entre un incendio y el otro, el chino nos había traído nuestra comida. Poco tiempo después de encarcelado el pirómano, el restaurante cerró, aunque desde adentro sigue saliendo olor a comida china.

Solicitud

Alguien me puede explicar que catzo está pasando en Nepal.
Gracias.

¿Qué hacer?

Es difícil sostener un blog, y entre tres o cinco personas más aun. Uno mismo a veces tiene una idea y después tiene otra distinta, así que muy poca coherencia puede pedírsele a un grupo blogger: que hay que hacer una clasificación de las entradas o no, que hay que incorporar nuevos links a otros blogs o no, que hay que comentar en otros blogs o no, que el blog tiene que ser una bitácora o una papelera de reciclaje, y así siguiendo. Entonces, como el zorro ante las uvas verdes, dictamino soberbio: "Me-ne-frega". Y, por suerte, en eso parece que coincidimos.
El otro día, sin ir más lejos, yo pretendía discutir con Malala y Diego sobre la estructura que debería tener un post de dicotomías que definan a ciertos personajes (en el estilo: "Charly García: ¿ídolo o qué?"). Metafóricamente, alegué que había que conseguir una gradación, es decir, partir de una dicotomía de blanco o negro, pasar por otra entre bordó y rojo, hasta llegar –tal vez– a una entre el ultravioleta y las palanganas.
La discusión no prosperó: a ellos no les interesaba. Entonces dije que a mí tampoco me importaba un pito y que iba a hacer lo que quisiera. (Por suerte, nuevamente coincidimos, aunque no sin amenazas.)
Y también coincidimos en que la sección bien podría llamarse "Más dudas que certezas (o viceversa)" y en que había que postear el resultado de nuestro mancomunado esfuerzo intelectual. Acá va:

Kusnetzoff: ¿Vivo bárbaro o boludo con suerte?

Sabato: ¿Reserva moral de la patria o gagá institucionalizado?

Messi: ¿Esperanza infinita o fiasco incipiente?

Mariano Grondona: ¿La voz ecuánime del statu quo o el silencio cómplice de la oligarquía?

Pigna: ¿Mito argentino o mentira nacional?

Kirchner: ¿Lobo suelto o cordero atado?

Niembro: ¿El chancho o el que le da de comer?

Víctor Hugo Morales: ¿Barrilete cósmico o clásico veleta?

Majul: ¿Boludo alegre o boludo triste?

Fernández: ¿Aníbal, Alberto o Cristina?

12 mayo 2006

¡Último momento!

Acaba de golpear a mi puerta la vecina de atrás. Me quería pedir unas boletas de la luz, porque no sé qué cosa quería revisar, pero en el medio me tiró una noticia que me dejó pasmada.
Mi escalera -que está en su casa desde hace un par de meses- se cayó sobre su gata y la mató.
"Menos mal que no estaban los chicos, igual no les conté nada", me dijo. Mientras tanto yo pensaba: "Menos mal que no estaban cerca de la escalera, qué linda que era esa gata, para qué querrá mis boletas".

Muy viernes

Últimamente todos los días son de esos en que los acontecimientos y las emociones se apelotonan. Y no sé si quiero dormir, irme de vacaciones o tratar de hacer las cosas ordenadamente.
Si los días tuvieran 28 horas en lugar de 24, ¿sería lo mismo y yo seguiría sin tener un minuto?

08 mayo 2006

Antaño/Hogaño

Acabo de volver a mi nueva ex casa, y disfruto de los beneficios de la banda ancha que ya perdí en mi condición de recién emancipado. En fin... deberé acostumbrarme a postear desde el laburo.

Tiempo de mudanza y cualquier circunstancia se transforma en evento. Recién, sin ir más lejos, noté que el picaporte de la cocina estaba desencajado: había que reubicar los tornillos. Dicha operación requiere de cierta fuerza y precisión para que el tornillo entre, además, sin torcerse. Un trabajo en plano detalle. Así, tan de cerca (y es sabido: de cerca todos somos raros), noté que el esmalte símil amatista del picaporte, pasados ya once años desde su instalación, estaba completamente saltado. Entonces, pensé en los tiempos de esa reforma, en mi viejo, en la reelección menemista, en los 15 de Mariana, mi hermana, y en algunas otras cosas que, como el esmalte símil amatista, ya han entrado en el ámbito del pasado y la memoria.

03 mayo 2006

La gente detrás de las paredes

Mientras caminaba por los pasillos del subte, anoche, algo me hizo pensar en otros pasillos: los de los shoppings, esos que usan los empleados de gastronomía o de limpieza, esos que unen todos los puestos de comidas por la trastienda. Son pasillos que nunca recorrí, pero que no me cuesta nada imaginar como otros –que tampoco recorrí pero me fueron referidos–, los pasillos de circulación interna de algún hotel céntrico.
Tras puertas que casi conservan la isotopía estilística del no lugar de que se trate, el cartel que reza “privado” o “personal only” esconde un espacio bastante más horrible que aquel que es de circulación del “cliente”: poca luz y nunca natural, nada de aire acondicionado o calefacción, escaleras angostas con pasamanos de lata, ascensores de servicio pequeñitos o gigantes dependiendo de si llevan sólo empleados o empleados con carritos. Como suele ocurrir, porque ciertas instalaciones se estructuran como al sistema conviene, el espacio se hace cargo de las diferencias sociales a las que acaso estemos acostumbrados: el teatro de guardar tras bambalinas “las cosas feas de ver” porque, claro, así son más baratas. Nada que difiera demasiado de esconder el polvo debajo de la alfombra.
Y pensaba en esto por contraste con otros pasillos, que sí conozco: los de circulación interna de los consultorios de un hospital. Allí las cosas son al revés, social y espacialmente al revés. Mientras acaso los mismos empleados de esos shoppings u hoteles se apiñan en los pasillos a la espera de ser atendidos, los médicos (también acaso los mismos clientes de esos shoppings y hoteles) circulan por pasillos bien iluminados y acondicionados, se toman un cafecito recién hecho en una máquina que hay para eso o, directamente, se fugan de la consulta por la otra puerta para tomarse el cafecito en bar.

¡Qué fregados que estamos, por favor!

02 mayo 2006

No hay como...

...respirar una buena bocanada de aire fresco después de sentir que se ha estado sumergido en algo espeso y pringoso y opaco y agobiante durante más tiempo del conveniente.
Por suerte, siempre quedan las superficies de placer.