Días atrás, Diego me contaba que una de sus hermanas, en plena crisis de mudanza, había soltado una frase que contradecía toda la lógica material. “Cada vez hay más cosas”, se escuchaba a medida que muebles, cajas, electrodomésticos y demases desfilaban de adentro hacia fuera. Diego es un buen contador de anécdotas, y lo cierto es que cuando llegó al punto del relato en que tiró eso, me produjo una risa sincera.
Apenas unos pocos días después, me vi obligada a hacer una mudanza interior. Con motivo de una obra de construcción tras la medianera de casa, las paredes han sufrido diversos tipos de grietas, humedades, caídas de revoque y etcéteras; y finalmente esta semana empiezan a arreglar todo, excepto el temita éste de que voy a ser rehén en mi propio hogar.
La movida incluye el desplazamiento del setenta por ciento del mobiliario, la disposición de materiales que protejan los pisos, los muebles y las cosas que contienen, y una especie de preparación mental para afrontar un procedimiento tan invasivo como a mí me parece que es todo esto (vengo pensando hace días que es como que me van a hacer una operación que va a durar una semana).
O sea, hay una especie de infraestructura de mudanza, pero lo cierto es que no se está yendo a ninguna parte. Alguien dirá que la casa va a quedar mejor y yo no lo dudo, pero esta operación no requiere anestesia, sino más bien al contrario: muchas pilas.
Parte del asunto de los preparativos consistió en deshacerse de buena cantidad de papeles-objetitos-cositas que –ahora se ve– estaban al pedo. Sin embargo, y a pesar de que materialmente los desechos podrían cuantificarse en el volumen correspondiente a tres bolsas de consorcio y algunas cajas, debo darle la razón a la hermana de Diego y admitir que es innegable: cada vez hay más cosas.
22 mayo 2006
Cada vez hay más cosas
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario