Hace unas cuantas semanas que se viene palpitando este clima mundialista que a quien suscribe tanto le molesta. Vendría a formar parte de los "hechos que indignan".
Yo te miro los partidos, te grito los goles, te puteo a los árbitros... pero la parafernalia marketinera, la exhortación patrioteril y la especulación eterna y vacua de los periodistas deportivos, los no tan deportivos y los no tan periodistas me rompen soberanamente las almendritas.
Sin embargo, cada tanto alguna cosa, a pesar de formar parte del aparato mediático mundialero, deja la veta del absurdo tan al descubierto que no puede sino causarme gracia:
Ver el Mundial puede ser perjudicial para la salud, titula Clarín y, mientras prescinde de su ya gastado "ahora dicen" (que, hay que mencionarlo, vendría como anillo al dedo), se basa en estudios científicos que confirman el aumento de paros cardíacos, comas etílicos y hechos de violencia luego de los partidos.
Hasta hay gente que recomienda eliminar las rondas de penales por razones de salud pública.
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