02 diciembre 2005

Iluminismo

Viernes 2 de diciembre de 2005, 1.54

La verdad: no termino de interpretar cómo es que funciona el Hubble (ese telescopio así bautizado por el astrofísico Edwin Powell Hubble, quien postuló la expansión del universo, el alejamiento recíproco de todas las galaxias –lo que luego fue constatado y aún no refutado–), ni el resto de los telescopios, ni la luz en sí, ni su circulación por el universo, ni el universo en sí... nada, bah. El tema es que acabo de leer, en el Clarín Digital de estos momentos, que el mentado megatelescopio fotografió una nebulosa formada por la explosión de una supernova, explosión que ya había sido registrada por los chinos en el año 1054.

Está bien, dirán: “Bueno, es Clarín Digital, ¿qué querés?”. Pero no es el caso, al menos para mí: porque si hay algo en lo que creo yo es en la astronomía. Así que pienso: “Será que yo me estoy perdiendo algo”, y seguro tengo razón.

Pero bueno: el punto es que no entiendo cómo una luz que ya pasó puede ser alcanzada por un instrumento tan prosaico como un telescopio. De todos modos: ¿será que el Hubble ve un universo invertido? ¿Que la iluminación que, pongámosle, empezó por La Matanza y pasó por Palermo, termina siendo alcanzada por el Hubble para el lado de Siberia? ¿O que un rayo que pasa por la Tierra en dirección Recoleta-Belgrano es hospedado por el prodigioso Hubble por el lado de Texas? No sé, no sé.

En cualquier caso, me parece que este armatoste en órbita –asociado a unos cuantos seres humanos– lo que hace es establecer una interpretación de lo que fue y de lo que será en este nuestro presente.

Un Hubble por acá, por favor. (En el sentido de un astrofísico que nos explique cómo funciona el universo, jaula última de todos los perros.)

28 noviembre 2005

nuevas bases

Luego de un comienzo de semana laboralmente estresante, luego de un jueves de relax por el corto plazo pero con un par de reuniones de trascendencia para el mediano; luego de un viernes laboral súper relajado que terminó a las cuatro de la tarde; luego de un viernes mundano que comenzó con una cerveza en Constitución, y siguió con otras dos en Villa Elisa ya con Verónica, y con otras dos en Antares –un bar harto recomendable de La Plata–, y otras dos más en Siddharta –en boliche donde tocaron Cursi y Estelares–; luego de un sábado cuyo amanecer se dio al mediodía, luego de una tarde a la sombra de un tilo, y después parado con la vista en el cenit a la vera del río de la Plata en Punta Lara; luego de unas cervezas con Diego, y unos fasos también; y luego, además, de un negligente y exhaustivo análisis de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, concluyo en que Simmel tenía razón: la “Libertad” no es un concepto discreto, definible intensamente, sino que más bien es como un estado de ánimo, una palabra-comodín que sirve para validar un gran relato, junto con “felicidad”. Pues bien, propongo que para cuando avenga la siguiente revolución, se conserve la “felicidad” y que nuestra otra palabra-comodín sea “onda”. Es tan definible como “libertad” y, además, garantiza otras cuestiones.

“IV. La libertad política consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros límites que los necesarios para garantizar a cualquier otro hombre el libre ejercicio de los mismos derechos; y estos límites sólo pueden ser determinados por la ley.”

En ese apartado, habría que reemplazar “libertad política” y “derechos naturales” –conceptos emparejados en el párrafo– por “onda”. “Onda” se define como “capacidad de la cognición humana que proyecta más de una hipótesis causal para un mismo fenómeno”. Sería una institucionalización del Plan B.

16 noviembre 2005

Y ahora...

¿A qué se va a dedicar toda la gente que estaba pidiendo la cabeza de Ibarra?

02 noviembre 2005

A confesión de parte, relevo de prueba (Apostilla a “Yo lo sospechaba”)

Título:
«“pierde” horas»

Bajada:
«algunos especialistas se indignan”

Cuerpo de nota:
«en lo que va de 2005 el conjunto de los trabajadores estadounidenses perdió el equivalente a 551.000 años leyendo blogs»
«están "ganseando" durante casi dos horas por día»

Es notorio, pero incluso en el trabajo más descaradamente ignominioso hay algo de nobleza. Si no, notar el caso del tristemente célebre Clarín Digital, y nótese el cariz que toma la pérdida, desde ese “pierde” entrecomillado del título hasta el perder existencial de ¡551.000 años! ¡Las cuitas del poder por la vida de sus empleados: se hace el bueno y de paso genera culpa vital!
Y también hay algo de la clásica maña del botón, porque aquel “perder” entrecomilladamente patronal, obvio, se aclara con la indignación de los especialistas; y con el “ están ganseando” posterior... por si quedaba alguna duda.
Ahora, a botones no me van a ganar: ¡póngase a argumentar mejor, chicos vagos de Clarín! Porque lo que dice el mentado Ferrer es algo distinto. Ferrer dijo que tal vez la “pérdida de tiempo” esté contemplada en el proceso de producción de ciertas organizaciones, que si no es en esto será en aquello; pero aceptarlo sería desacreditar a American Online y a Salary (¡¡¡Salary!!! No tienen límites: habría que quemarlos en la plaza pública), empresas asociadas, al menos desde el linkeo, cuando afirman que el bloggeo representa una pérdida de ¡759.000 de dólares! La mera existencia de este cálculo es ya una afrenta a la inteligencia.
No pierdo más mi tiempo.

28 octubre 2005

Caciques

Llego a la oficina y queda un poquito de café en la cafetera. Me lo sirvo. Doy una vueltita y me voy a conversar con mi jefe. Él mira mi vasito de telgopor y me pregunta si le llevo un café. Le digo que no hay más, que si quiere el mío. Mientras en un microsegundo pienso en que acaso el tipo sea un caballero, me doy cuenta de que no porque me dice "gracias" y se queda con el vasito.
Ningún caballero, un jefe.

21 octubre 2005

Pradonico

Les habla Lord Cheseline en sociedad con Mr. Tweety de Andorra, que tiene para decirles que estuvo enfermo y dolorido debido a una caída desde un noveno piso, la cual le provocó gripe, porque estaba desabrigado. Caer desde una altura semejante es como pasear al palo en la moto y, si no te pusiste la campera, te cagás de frío y después te enfermás. Bueno masomenos así... pero los dejo en sus manos.
Hola, hola, les habla Tweety ya repuesto de la gripe y, vitamina C mediante, más desquiciado que nunca.
Lo que ocurre hoy es simple, se ha puesto de moda un deporte muy divertido que se practica en Bali hace ya 12000 años, "El lanzamiento acrobático de personas a través de ventana alta en un edificio". ¿Por qué un nombre tan largo?, dirán. Es fácil, no hizo falta escribir las reglas...
Yo estaba jugando la versión de playstation que se llama "Trow a pipol tru de window of a tall bilding 2", cuando en un ataque de locura decidí hacerlo de verdad y me lancé desde la ventana hacia el piso tratando de lograr el lanzamiento perfecto, pero sólo conseguí una gripe y no morirme de una manera impresionista como es el fin del juego.
Hablando de juegos, Pradón era asidua jugadora, pero no es muy buena, porque logro sólo múltiples fracturas.
Y bue... esto es así ...
En otro orden de cosas, hoy se conmemora la decimocuanquejesimacuadrafonicafilarmonica del nacimiento de nuestro mentor y campeón del mundo de salto, Gus Van Stapentoff. Nacido en china en el año 37 DC, este niño hijo de Judy y Mike Van Stapentoff, también nacidos en China y miembros de la dinastía de JR, a la edad de siete años ya dominaba todas las artes de salto, entre las cuales estaba el temible salto de rana, ese que sólo la agilidad de un chico de siete años puede lograr. Sus padres le mostraban videos de grandes campeones que se lanzaban desde el empaier esteit y demás edificios altos, claro que en el año 37 DC, no sólo no existían los edificios altos, sino que tampoco existían los videos, así que probablemente esto sea un mito.
Pero bue... efemérides mediante, la cuestión real y el meollo del caso es el siguiente: a los 9 años Gus se había convertido en el campeón del mundo de salto impresionista, cuando hizo el salto más acrobático, el mejor calibrado, el que más vueltas en el aire dio... Logró un diez de todos los jueces...
Nunca disfrutó de la copa, fue una de las más grandes tragedias de la historia del deporte .
Esto seguirá en próximas ediciones de "quien te ha visto y quien te ve", una reseña de los deportes olvidados.
Próximo capítulo: "Tiro al blanco con la mira del Mercedes Benz"

16 octubre 2005

Campaña

Salimos a la calle con la premisa "Si las viejas te putean, mandalas a cagar". Lógicamente, las viejas nos putearon.
Mi indignación de turno es contra estos seres, mujeres a las cuales claramente se les ha pasado el 1/4 de hora y conviven en nuestra sociedad con el fin, el único fin, de hacer más tortuosos nuestros viajes en bondi, en subte y hasta la cola del supermercado.
Pero nos preguntamos el porqué de este irrespetuoso comportamiento, ¿cuál es la razón fundamental de esto? Esta es una pregunta que quedará pendiente... y, estimado, lo desafío a que responda.

El dato anecdótico:
Subí a un bondi, y me senté en el tercer asiento a la izquierda (este es el NO DATO, porque la percepción de los lados es a como el lector guste) cuando por la puerta sube una persona del sexo femenino, edad 60 a 65 años, tez blanca, señas particulares... ninguna. Habitualmente, quien les habla se levanta y cede su espacio a la persona en desventaja, pero esta vez tenía decidido sacar lo peor de mí e incluso estuve a punto de alzar la vista, orgulloso de estar cumpliendo el sueño del pibe. Así que, con la torpeza que me caracteriza, puse mi mejor cara de boludo y no moví un pelo para hacer más placentero el viaje de la señora. Obviamente el sujeto en cuestión caminó hacia el interior del coche, en el cual -por definición- sabemos que siempre tiene lugar.
Acto seguido, ascendió al vehículo el sujeto B -sexo femenino, edad 70 a 80, tez blanca-, una vieja hecha mierda. Lo pensé un segundo y decidí continuar con mi filosofía, nadie se iba a interponer entre mi asiento y yo, si me levantara de allí sólo sería por causas de fuerza mayor, muy mayor. Sujeto B corriose al interior del coche.
Ya habíamos perdido el interés del piloto de la aeronave, quien había dejado de insistir con tratar de conseguirle una plaza a la veterana después de recibir varios insultos, escupidas e inclusive golpes de cartera del sujeto B. Y yo seguía firme en mi postura.
El fin de la misión llegó cuando al colectivo subió el sujeto C, edad promediando los 100, tez blanca, femenino, una mezcla de pasa de uva, vidrio y mi bolsita cuadrillé del jardín de infantes. Y, como tengo sentimientos, mi deber civil sumado a mis buenas costumbres hicieron que me levantara y cediera mi espacio a este espécimen digno del museo de ciencias naturales.

La moraleja del hecho es que por más que intentemos cambiarlo, el complot de los seres de la tercera edad para aumentar el sufrimiento de la población menor de 40 años de la cuidad es un hecho.
Por eso hoy lanzamos la campaña "una abuela por un asiento" y descienda por atrás... si puede.

02 octubre 2005

Recomendación

Hay que hacer todo lo posible por conseguirse una familia uruguaya a la que ir a visitar cuando Buenos Aires nos tiene hasta el tope. Después hay que tomarse un Buquebus para apersonarse allí y, en cuanto sea posible, correr a aprovisionarse de la mayor cantidad y variedad de lácteos uruguayos (que son lo más). Más tarde hay que dejarse estar por las calles de Montevideo y por sus 17 kilómetros de rambla. Si es posible, emprender un paseo hacia el Este (mar y playas desiertas) asienta el espíritu.
Una semanita está bien (aunque no sé cuántas son las ganas de volver, a dos horas de emprender el retorno).
Para los que no puedan, les cuento que llevo conmigo algo de todas estas bonanzas (¡Poderes de los Gemelos Fantásticos, actívense!) en forma de un kilo de dulce de crema de leche y un kilo de yerba Canarias. ¿Ta?

24 septiembre 2005

Hechos que inquietan

No es que me indigne, porque hoy, sábado, a eso de las seis de la tarde, mientras escucho Pulp y escribo –en una suerte de vigilia a la siesta de un amigo que se está separando–, no me indigna nada. Las penas son de nosotros, y tienen tanto que ver con uno que la indignación se queda sin espacio de acción. (Reconozcámoslo: nunca, o casi, enviamos la indignación hacia nosotros mismos.) Así que no: no me indigna. Pero me inquieta: quedo sin centro, sin punto de referencia para evaluar el fenómeno de los mapas satelitales.
Concretamente. Hoy a eso de las dos, dos y cuarto, salgo de mi casa (Budapest y Constantinopla) hacia aquí (Paraguay y Serrano) en bicicleta (nueva y ya recién reparada). Rápido, por el sol, un faso, el reencuentro con la autonomía bicicleteril o por algún otro reencuentro, no sé, pero por algo me sentía colocado: paseé por un camino de la Agronomía, hice un andante por al lado de Argentinos Juniors y un prestísimo por al lado del cementerio, dudé ante Newbery y me decidí por Álvarez Thomas. Y después llegué, con dos nuevos saberes pasados por el cuerpo: la velocidad de movimiento tanto modifica nuestra autorrepresentación como facilita la construcción de un mapa mental.
En esta oscilación entre adentro y afuera, entro en esta pieza y luego a Internet. Una vez allí (?), en los mapas satelitales que ofrecen Google Earth y la página del Gobierno de la Ciudad, busco las manzanas de mi casa y constato que:
a) el mapa de Google tiene un mejor navegador (¿más plata?).
b)en el mapa del Gobierno, los árboles aparecen más verdes (¿Photoshop? ¿Color local?).
c) ambos eliminan no sólo a las móviles personas sino también los sedentarios juegos de la plaza (¿no son fotos acaso?).
d)el del Gobierno me coloca en la segunda parcela de la esquina más cercana a la plaza y no, como sucede en la realidad, en la segunda de la esquina más lejana (¿cuáles son los límites del detalle?).

Me centro en los dos últimos puntos y no me indigno, pero me inquieto: ¿qué significan esos errores? ¿Es el cinismo de la cínica democracia capitalista, que pontifica la igualdad desde la distinción? ¿Son los errores humanos de la humana ostentación de poder, que se agita como mono con pandereta? Si me apuran: hay que matarlos a todos. Si me dejan estar: yo digo que seguimos siendo los perros del Lanari.

Pero no, ni me apuran ni me dejan estar. Entonces me inquieto.

21 septiembre 2005

Yo me pregunto

¿Cuál es mi propio mérito para que hoy, 21 de septiembre, la gente me desee feliz día?

15 septiembre 2005

Black Out: los pasillos de la jaula

SUCESOS RECIENTES me han hecho pensar en ese fenómeno que conocemos como black out. No diré si esos sucesos me tuvieron o no como protagonista, como para no generar representaciones que puedan resultar engañosas o ignominiosas o contraproducentes, al fin, para la lectura de este posteo. Diré, sí, que no me queda clara la naturaleza de dicho fenómeno. La duda es si el black out es o no una función discreta, es decir, si la memoria funciona a todo o nada. Si esta fuera la naturaleza de la memoria, deberíamos preguntarnos qué son esos chispazos, esas mínimas escenas recuperadas del olvido generalizado. En tal caso habría que afirmar que lo que perdemos completamente en el black out es la memoria narrativa, la memoria secuencial, pero a la memoria episódica –los restos de lo que se conoce como “memoria operativa o de corto plazo”– no la perdemos totalmente.
Avancemos. Luego, a partir estos restos encontrados, a veces podemos recuperar otros. Pero ¿los recuperamos o más bien los inventamos? Difícil determinarlo. Puede que haya un movimiento hacia la invención del faltante, es decir, la pulsión representativa del horror al vacío. Pero puede también que, como la vivencia misma del hecho olvidado es fragmentaria, por lo tanto, también lo sea su recupero. De tal modo, el black out se atenuaría por obra de una memoria que no opera con el “entonces” sino con el “además”. Y en tal caso, el black out sería reversible.
O algo así.

POR EL MOMENTO, no puedo decir mucho más al respecto. Sólo referir un evento que recuerdo con precisión, lo que resulta pertinente como ejemplo de lo que es la memoria secuencial y porque sucedió a unas poquitas cuadras del Instituto de Investigaciones Dr. Lanari (que, en definitiva, era el tema principal de este blog que por razones que no vienen al caso ahora mencionar –o siquiera sospechar, porque a mí se me hacen sospechosas las razones que impiden que en este blog se siga hablando del Lanari, lugar que, se sabe, oculta sustancias explícitamente prohibidas por la legislación vigente, ejem– ha perdido su rumbo y su misión en este espacio virtual).
Volvía en bicicleta de la casa de un amigo. Era el año 2001, época que en que los caprichos la malaria económica me metamorfosearon en un ciclista nato. Por esa época no sabía nada acerca de los perros del Lanari y tampoco conocía la dirección de Aníbal Ibarra –subrepticio vecino de la zona– ni sus alianzas personales. Será por eso que esa noche me detuve ante el llamado de un desconocido. Por eso o, tal vez, por el estado de borrachera que venía pedaleando, que, en general, me hace abrir a los extraños. Venía por Chorroarín, giré para tomar Constituyentes y anduve un par de cuadras por la vereda de la Agronomía. Eran alrededor de las cinco de una húmeda noche agosto y la niebla empañaba la amarilla luz del alumbrado público.

DE PRONTO escucho un chistido, dos y luego un “¡Flaco!” que venía de la vereda de enfrente. El que luego de dirigirse así callaba y agitaba su mano derecha en alto con el típico gesto de “vení, vení” era un tipo de unos veintilargos, treinta y pocos cuanto mucho, y, parado ante el abierto capó de su Duna blanco, parecía tener un evidente problemita mecánico. Dudé un instante, pero luego decidí cruzar porque, en definitiva, qué desavenencia podía acarrearme el mero expediente de ver qué pasaba. Comencé a cruzar y mientras que, cauto y al paso me acercaba a él, me dijo:
–Mirá, tengo un problema con una manguerita, ¿no me prestás la bicicleta así voy hasta la Shell [a unas cinco cuadras del lugar del hecho] y la compro?
–Mirá, lo que pasa es que yo a la bici la uso para moverme todos los días, ¿por qué no me das la plata y me decís qué hay que comprar y yo te la traigo? –respondí decidido a continuar en papel buena onda.
–Pero, escuchame: ¿tenés miedo que te la robe? ¿Para qué te voy a robar una bicicleta y te voy a dejar con un auto abierto?
Me pareció un argumento irrefutable y, aun cuando en buena ley podía alegar un remanente de desconfianza y seguir de largo, no me pareció consecuente con la posición que previamente había adoptado. Por otro lado, siempre que pasa algo en la calle, pasa efectivamente algo; y a mí, que suelo quejarme de lo rutinario de la vida mientras disfruto de una seguridad de la que abjuro y me avergüenza, me pareció una excelente posibilidad de expiación, una limosna, una contribución a lo imprevisible que nos rescata de la constante repetición.
–Bueno, está bien –concluí–: te la doy, pero dejame la radio encendida.
Y el tipo –bah, casi un pibe de mi edad de entonces– puso el contacto y buscó en el dial una radio hasta que le dije que esa estaba bien.

MINUTOS DESPUÉS volvía el chabón con su repuesto en la mano derecha y la izquierda sobre el manubrio. “Ya está”, me dijo, y se puso a sacar la pieza rota del motor. Mientras, yo, que ya había dejado la mochila y la campera en el asiento del acompañante y me sentía hermanado en esa causa de arreglar el auto, comprobé que mi cercanía no era tan profunda como había recién sospechado. “No, sólo tomamos unas cervezas”, respondí a la pregunta de él: “¿Y? ¿Estuviste con amigos fumándose unos porritos?”. No me pareció una pregunta adecuada para ese nivel de la relación y mentí. Sin embargo, el desagrado no fue suficiente para que decidiera marcharme y respondí a la pregunta de a qué me dedicaba, y después le pregunté lo mismo.
–Oficial de la División Drogas Peligrosas de la Policía Federal –fue su precisa respuesta.
–Nah –dije sin reponerme de mi asombro–, ¿en serio? No jodás...
–En serio.
No quise insistir, en principio, porque no tenía demasiado sentido seguir indagando (forzar tal situación terminaría en un inverosímil “A ver, mostrame la placa” y en una turbia cercanía con un cana) pero, sobre todo, porque en ese momento un Duna rojo dobló, agarró por Constituyentes y, apenas vio el auto averiado, paró el suyo adelante y se bajó.
–¿Qué pasó? ¿Se te quedó de nuevo esa batata?
–Sí, ya estoy harto. El otro día fue en un operativo, ahora antes de irme a dormir.
–¿Ya terminás...?

Para ese momento yo ya había agarrado mis pertenencias, me excusé y me despedí. Para alguien como yo, que para ese entonces ya había desarrollado una inmoderada pulsión hacia el modo paranoico de interpretación y que por eso ya había sufrido algunos ataques de pánico, había pasado algo bueno. “Efectivamente: están entre nosotros. No es verso.”

MESES DESPUÉS voltearon las Torres y distintas formas de insubordinación hicieron volar a De la Rúa, y, con la crisis y el caos, mi cuadro mental mejoró notablemente: ¡al fin vivía en el mundo real! Años más tarde conoceríamos la cara oculta del progresismo porteño, tan entongado como el que más, y las piezas se fueron ordenando de un modo tal que, si bien no las hace encajar todas, al menos las acerca de un modo coherente.
Es curioso pero, ahora que lo pienso, este proceso parece la restauración de un black out, la disolución del olvido que nos permite vivir sin recordar constantemente que estamos atrapados. Esto ya fue dicho: tal como los perros del Lanari.


(Sepan disculpar la extensión, pero era algo que tenía que decir.)

13 septiembre 2005

Más pijamas

Protesta por blanqueo en la Ciudad
Con la consigna "nos durmieron", un grupo de empleados porteños realizará mañana al mediodía una manifestación en pijamas frente a la Jefatura de Gobierno en protesta por el descuento de salarios al pasar a planta transitoria. El secretario de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), Rodolfo Arrechea, explicó a LA NACION que "la movilización se realiza porque el pase a planta transitoria deja situaciones sin definir". (La Nación)

Voy a ver si le aviso a la china del post de abajo.

12 septiembre 2005

Chinos

Hace un par de meses, me acerqué a un chino cerca de casa a comprar... no sé... un vino, unas galletitas, no me acuerdo. No estaba la cajera de costumbre, una chica del barrio. Era feriado y, en su reemplazo, estaba una de las chinas, una china que vestía pijama, un pijama cremita con dibujos de ositos. Me quedé desconcertada, pero algo me hizo pensar que, justamente por el feriado, el plantel regular no estaba y la coyuntura poco habitual avalaba rarezas del tipo de la china en pijama.
Este fin de semana volví al chino y se ve que la que yo creía cajera habitual está desempleada o -prefiero que así sea- consiguió un trabajo mejor, pero el asunto es que la china de marras sigue empecinada en atender el boliche en ropa de cama. Ya no era el de los ositos, ahora era uno azul con rayas celestes.
En ambas oportunidades el conjunto se completaba con unas chinelas de seda, que no combinaban con ninguno de los pijamas pero sí con los contundentes rasgos orientales de la fulana.
Yo me pregunto: ¿dónde se ha visto?

10 septiembre 2005

Raro


Hoy me desperté y recordé haber tenido un sueño muy raro, básicamente consistía en que todas las personas del mundo, o por lo menos las que yo veía, habían adoptado la forma de Ricardo Montaner.
Esto, que por sí solo justifica un post, motivó el siguiente diálogo de alcoba:
-Che, C..., tuve un sueño muy raro.
-¿Qué soñaste?
-Soñé que todos eran Ricardo Montaner.
-¿Eh?
-Todas las personas eran Ricardo Montaner.
-Ajá
-¿Qué querrá decir?
-Mirá, no sé, probablemente quiera decir que querés ser John Malkovich.
-...


Así empezó mi fin de semana.
¿Alguien puede decirme qué significa todo esto? Y sobre todo, ¿con quién debería enojarme?
¿Eh?

09 septiembre 2005

Ay

Resulta que estábamos todos contentos con el asuntito este de que el clima se había copado en una tendencia primaveral, y ahora resulta que era todo una vil patraña para hacernos recagar de frío.
No sé ante quién presentar este reclamo, así que lo dejo acá.

01 septiembre 2005

Defecan sobre el idioma

(Casi que ando vomitando lo que estoy posteando... ejem.)
Acabo de derivar una conversación telefónica de oficina. El motivo: indignación por el mal uso del idioma. A continuación, el brevísimo relato.
Una mujer llama y pregunta por dos personas que en este momento no pueden atender.
Muy solícita, me aclara: "Yo quiero hablar con ellos porque son las personas con las que estoy interlocutando".
Se me nubló el pensamiento y le di el tubo a la primera persona que pasaba por ahí.

08 agosto 2005

Comando invernal

El otro día me tomé un taxi. Un viaje corto, de Plaza Italia a Barrancas de Belgrano. Estaba apurado, eran las ocho y cuarto y yo tenía que encontrarme con un amigo a las ocho y media (de la mañana). Hacía mucho frío y no lo quería dejar esperando. (El hijo de puta llego a las nueve menos diez.)
Le indico las coordenadas.
–¿Vas a tomar el tren?
–Sí, voy a Vicente López.
–Ah, pero te conviene ir en taxi.
?
–No, lo que pasa es que me tengo que encontrar con alguien antes, para ir a un torneo de tiro…
–Ah…
–… y no lo quiero dejar esperando con este frío.

Se paralizó la Tierra.

–¿Qué frío? ¿Eh? Esto no es frío… ¿En qué estamos?
!
–Eh…
–¿En qué estamos?
–Eh… en agosto.
–No, no… ¿En qué estamos?
–…
–¿En qué estamos?
–Mirá, no te entiendo.
–Es-ta-mo-sen-in-vier-no. Es-to-no-es-frí-o.
–Eh…
–A mí, cuando veo a la gente con bufandas, así, toda abrigada por la calle como si hiciera frío… me da una bronca bárbara, ¿me entendés?
–Sí, claro
–Frío hacía cuando yo era chico que hasta había escarcha… escarcha había.
–Sí, claro –¿?– antes hacía más frío.

De los miles de motivos que suelen dar los taxistas para que uno se enoje con ellos, ¿por qué a mí me tuvo que pasar esto? ¿Alguien me puede explicar?

02 agosto 2005

¡Justicia ya!

Me enteré a través de un amigo de que hay en el Instituto Lanari unos perros. No de esos perros que andan sueltos en todos esos edificios pabellonados (tan hospitalarios ellos), sino canes encerrados en jaulitas que quedaron como resabios de antiguos (bah, más o menos viejos) experimentos.
Nuestra fuente (que oportunamente revelaremos, en caso de ser necesario) indicó lo siguiente:
a- Los perros fueron sometidos a diversos tipos de experimentos.
b- En virtud de una disposición oficial, hace algún tiempo no están permitidos ciertos experimentos en este tipo de animales (confórmense con las ratitas, nerds), motivo por el cual los perros ya no son sometidos a los no mencionados anteriormente experimentos.
c- Los perros no puede ser liberados bajo ningún concepto porque, acaso, sean portadores de quién sabe qué o han mutado en otra cosa no definible. No se sabe porque los perros están encerrados, encerrados ahí.
d- Los perros profieren aullidos propios de bestias torturadas (o en celo, o en celo mutante).
Ergo: en Agronomía no se puede dormir bien.
El silencio oficial no hace más que abonar la sospecha de que este sistema capitalista no se sostiene sino en la molestia sistemática de los vecinos de Agronomía y en la explotación experimentativa del mejor amigo del hombre.