16 octubre 2005

Campaña

Salimos a la calle con la premisa "Si las viejas te putean, mandalas a cagar". Lógicamente, las viejas nos putearon.
Mi indignación de turno es contra estos seres, mujeres a las cuales claramente se les ha pasado el 1/4 de hora y conviven en nuestra sociedad con el fin, el único fin, de hacer más tortuosos nuestros viajes en bondi, en subte y hasta la cola del supermercado.
Pero nos preguntamos el porqué de este irrespetuoso comportamiento, ¿cuál es la razón fundamental de esto? Esta es una pregunta que quedará pendiente... y, estimado, lo desafío a que responda.

El dato anecdótico:
Subí a un bondi, y me senté en el tercer asiento a la izquierda (este es el NO DATO, porque la percepción de los lados es a como el lector guste) cuando por la puerta sube una persona del sexo femenino, edad 60 a 65 años, tez blanca, señas particulares... ninguna. Habitualmente, quien les habla se levanta y cede su espacio a la persona en desventaja, pero esta vez tenía decidido sacar lo peor de mí e incluso estuve a punto de alzar la vista, orgulloso de estar cumpliendo el sueño del pibe. Así que, con la torpeza que me caracteriza, puse mi mejor cara de boludo y no moví un pelo para hacer más placentero el viaje de la señora. Obviamente el sujeto en cuestión caminó hacia el interior del coche, en el cual -por definición- sabemos que siempre tiene lugar.
Acto seguido, ascendió al vehículo el sujeto B -sexo femenino, edad 70 a 80, tez blanca-, una vieja hecha mierda. Lo pensé un segundo y decidí continuar con mi filosofía, nadie se iba a interponer entre mi asiento y yo, si me levantara de allí sólo sería por causas de fuerza mayor, muy mayor. Sujeto B corriose al interior del coche.
Ya habíamos perdido el interés del piloto de la aeronave, quien había dejado de insistir con tratar de conseguirle una plaza a la veterana después de recibir varios insultos, escupidas e inclusive golpes de cartera del sujeto B. Y yo seguía firme en mi postura.
El fin de la misión llegó cuando al colectivo subió el sujeto C, edad promediando los 100, tez blanca, femenino, una mezcla de pasa de uva, vidrio y mi bolsita cuadrillé del jardín de infantes. Y, como tengo sentimientos, mi deber civil sumado a mis buenas costumbres hicieron que me levantara y cediera mi espacio a este espécimen digno del museo de ciencias naturales.

La moraleja del hecho es que por más que intentemos cambiarlo, el complot de los seres de la tercera edad para aumentar el sufrimiento de la población menor de 40 años de la cuidad es un hecho.
Por eso hoy lanzamos la campaña "una abuela por un asiento" y descienda por atrás... si puede.

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