07 mayo 2009

Puesteros de libros

Nobleza obliga: tras una entrecortada seguidilla de posteos focalizados en la endeblez informativa de Clarín, hay que decir que ayer me enteré de algo que me interesa por ese medio.
Aunque no por eso deja de estimularnos y sentarnos bien esta confidencia, que dice que hacia fines de mayo principios de junio entra en el Congreso para ser tratada la nueva ley de Servicios Audiovisuales.

Volviendo al eje del post, el hecho es que cuando Macri estaba casado con Isabel Menditeguy, había al menos alguien en la pareja con sabradas capacidades de lectoescritura. Libreros amigos me han comentado que cuando entraba a su librería había una cargada expectación no sólo por su impactante figura sino también por su rotunda y dorada tarjeta, con la que abonaba al menos una docena de libros por vez. Tal vez Mauricio guarde en su cabeza aquellos recuerdos y considere que por eso no son necesarios los puestos de libros y que con las librerías alcanza. Más probable aun es que piense en seguir destruyendo todo lo que tiene que ver con la tradición cultural de esta ciudad, con la mortal coherencia del ladritilinguismo.
“El Gobierno de la Ciudad está intentando que los puestos, que hasta ahora eran de propiedad de los libreros, sean canjeados por otros de propiedad del Ejecutivo porteño y otorgarlos en comodato. Según nuestro punto de vista esto sería precarizar mucho más una situación que de por sí es precaria, y que le quita importancia al vínculo entre los puesteros y el Gobierno. Y, en un futuro, podría ser causa de anulación de permisos”, dijo el abogado Gerardo Caviglia, representante de los libreros, en diálogo con adnciudad.com.

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