Podría también señalar lo bien que se ve en plena Hora clave el felipismo del gobernador Solá, cuando, en perfecto ejercicio de su propia doctrina, comienza una intervención haciéndose el boludo: “El presidente me llamó a las 7 de la tarde. Me sacó de una reunión de doscientos médicos donde estaba yo... [el destacado es suyo], este /.../, y me dijo: «Atención con la foto de Clarín de hoy, porque parece ser que allí uno de los muertos todavía está vivo»”. (El felipismo emerge cuando Solá se percata de haberse tildado en su egomanía y apela a la muletilla “este”, que le sirve para mitigar el silencio antes de retomar. También, obvio, cuando dice que se entera cómo fueron las cosas unas 24 horas después.)
Podría también comentar que las muletillas surgen cuando nos quedamos sin palabras pero que ese quedarse sin palabras no siempre es síntoma de dolo político sino también que puede indicar impotencia. Como cuando el hermano de Darío, Leonardo Santillán dice: “Estos hijos de puta lo matan a mi hermano ¡y nosotros somos los violentos? Siempre somos los mismos... Los mismos violentos de siempre somos nosotros, ¡no? Porque queremos mejorar nuestra calidad de vida, loco, porque queremos que las compañeras tengan lo que no pueden tener, loco. Por eso murió mi hermano, loco: porque estaba siempre acá.”.
Y como podría, lo hice.
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