12 marzo 2007

Gesto político

Ariel, parafraseándome, escribió algo que yo no dije (Y Malala concluyó: “Lo que pasa es que damos muchas cosas por sentadas, las creemos firmes como el suelo que pisamos. Pero cuando el piso cede, lo que antes considerábamos decisión personal se nos aparece como un cruce, más o menos favorable, de contingencias”). Al leerlo no sólo no termino de reconocerme, sino que me parece que ese enunciado, como tal, permite que uno se lave las manos respecto de sus propias decisiones. Pareciera que si las cosas salen de acuerdo a lo planeado el crédito es propio y, si no, es una especie de factor climático sobre el que nadie puede tener la menor injerencia, ni para mejor ni para peor.
Pensando en cómo plasmar esto (que pretendía ser un comment a este post), me figuré que lo que yo estaba diciendo es que uno a veces toma decisiones (como sujeto) y termina sometiéndose a procesos u oscuros mecanismos de los que acaba siendo objeto (en ese momento, la anécdota tenía que ver con planes de viajes que distintos hechos, acaso fortuitos, terminaban alterando, por no decir casi pervirtiendo).
Mientras (mientras empaquetaba mis cosas, las cambiaba de casa y las desempaquetaba –cada vez hay más cosas–) dejaba en el borrador de Blogger un título que rezaba “Barrios cerrados”, con intención de escribir algo respecto de cierta idea de una compañera de trabajo.
Entre ese post –que es este– y el comment que se me hacía difícil redactar para rectificar mis dichos, las ideas se encontraron a mitad de camino a tomar un café, o más bien un fernet con coca.
Y acá parece necesario que hable un poco de mi trabajo: con un grupo de gente nos ocupamos entre otras cosas de que haya lugares en la ciudad donde la gente pueda retirar forros gratis. Para eso estamos divididos en grupos que acompañan las actividades de distintas organizaciones e instituciones, muchas de ellas en villas y barrios pobres.
Todo esto viene a cuento de que Mabel, que trabaja en la zona sur de la ciudad, días atrás dijo en una reunión que esos son sus barrios cerrados. En un principio podía sonar disparatado, pero sin embargo se puede decir que un barrio cerrado reúne un colectivo de familias con cierta identidad social, básicamente económica, y que termina definiendo un perfil de lo que es la vida cotidiana allí. Pensaba que cierto rasgo de desigualdad se ligaba bien con esa diferencia entre sujetos y objetos. Digo: alguien “acomodado” puede decidir mudarse a La Horqueta y nadie decide mudarse a una villa, como hay muchas cosas que no pueden decidir porque son (como todos pero con menos margen de acción) objetos de la economía, del Estado y de las representaciones sociales más o menos hegemónicas, que se refuerzan mutuamente.
Mientras me deprimo porque dicho todo así no parece haber espacio para cambiar nada, me alegro porque ni yo (aun habiendo escrito lo que encabeza esta misma oración) ni muchas personas que conozco nos comemos el paquete de que no se puede hacer nada.
Siempre queda algo así como el “gesto político”, algo que genere una cosa distinta, un poco mejor (no necesariamente manifestaciones ni revoluciones). Acaso mínimos movimientos.
El viernes cuando volvía del trabajo vi dos chicas que se besaban en Florida y Diagonal. No pude contener la sonrisa. En el contexto en que vivimos, eso (además de una demostración de amor) es un gesto político, que suma gente, que subvierte lo que se considera lo normal, lo habitual, que dice “esto es así”.
La diferencia siempre la hacen las personas, y reconocerse objeto de algo suma porotos para el sujeto que, quiérase o no, todos llevamos dentro.

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