Leemos a De Narváez, Felipe, Pino, Elisa y nos representamos su propia angustia. ¿Y ahora qué hago? ¡¿Ahora qué hago?! ¿Qué era lo que íbamos a proponer? Y un poco por ansia y otro tanto por vagancia, divagarán entre preguntas: “¿Qué haré cuando tenga billones?”, “¿Qué haré cuando tenga dos penes?” “¡¿Y qué con dos erecciones?!”, “¿Qué haré cuando cumpla veinte años y qué cuando sea un nene?”
Aquel poder. Y de pronto se llamarán a recato y recordarán que persiguen ese grial, cierta ley.
Cada cual tendrá la suya, entrañable, en su íntama cabeza:
–Nacionalización total de todos los recursos naturales ante la crisis financiera, social y medioambiental en escala planetaria.
–Ley de la Memoria Completa.
–Restitución del sistema de AFJP y comisión investigadora pre impeachment.
–Cancelación de los derechos aduaneros.
–Prohibición explícita de que el vicepresidente sea opositor al Gobierno.
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Supe por estos días que Ricardo Fort se operó los talones: se puso debajo un suplemento para ser más alto. Unos tacos re montados. La imagen compadrita de historieta, siempre en poco empinada, se me viene a la mente.
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Cuando la televisión potenció la eficacia de la tanda le subió el volumen a la propaganda. En esta estridencia, conserva la televisión su brillo. Ahora, en su auxilio, los servidores de cable nos venden la gracia de poder grabar su programación, para sostener el bluff de su propio valor.
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