23 febrero 2007

Y hablando de monitores...

Le dice Alejandra Vallespir a Leonardo Sai en una entrevista publicada hoy en el blog La Lectora Provisoria:

“Cada vez se necesita menos fuerza de trabajo para la reproducción del capital. Buena parte de los trabajadores en la producción de algunos servicios trabaja 15 veces más de lo que históricamente trabajaba sin sentir que lo hace. Porque lo hace desde su casa, desde el mail, desde el celular. Trabaja todo el día, pero no lo siente así. Además, lo que el capital presenta como «comodidad» en realidad es un beneficio para su propia acumulación, ya que así es financiado por ciertos trabajadores con capacidad operativa propia (...) La «comodidad» de trabajar en su propia casa y enviar los documentos por mail, trae implícito que el trabajador se haga cargo de lo que antes se hacía cargo el capital. Antes, el trabajador se trasladaba al lugar, y trabajaba allí. Ahora trabaja «cómodamente» desde su casa, pero también se hace cargo de la luz, el gas, el desgaste de su PC, etc., etc., etc. Eso, es financiar al capital.” (La entrevista completa, acá.)

Más allá de que esta triste y ajustada descripción que hace Vallespir sobre una parte de nuestro mercado laboral sea casi idílica comparada con el relato que hace del sistema represivo en sentido estricto, la cito porque tiene mucho que ver con mi situación actual, la de hoy, la de ahora mismo.
Ayer, un rato después de ponerme a bajar unas películas (La crisis causó 2 nuevas muertes, El carnicero de Chabrol y Despertando a la vida de Linklater, entre otras) y un instante antes de copiar unas fotos desde la cámara de Malala, noté que, en principio, se apagó el monitor, después la cpu no se reiniciaba y, finalmente, después de desenchufarla, ni siquiera se encendía. The horror, the horror.
Tal vez mañana alguien la arregle, tal vez –espero– sea sólo la fuente de energía. Tal vez no.
Lo cierto es que unos mínimos ahorros surgidos de ciertos regalos de cumpleaños irán a parar, sin remedio, a Gabriel, que no será el arcángel que anuncie alguna inmaculada concepción, pero al menos parece que sabe arreglar computadoras.
Mientras, la enchastrada concepción que articula nuestras vidas no podrá ser limpiada ni siquiera con todos los polvos que Weich y Gianola pregonan mientras nosotros los vemos cómodamente instalados frente al monitor.

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