La intrincada expresión de los legalismos se desarrolla en torno a la necesidad de ocultarnos a nosotros mismos la violencia que empleamos hacia los demás. Entre el privarle a un hombre de una hora de su vida y privarle de su vida existe tan sólo una diferencia de magnitud. En ambos casos usamos la violencia contra él, consumimos su energía. Elaborados eufemismos pueden disimular nuestra intención de matar, pero tras todo uso del poder contra otro la última premisa es la misma: "Me alimento de vuestra energía".
12 febrero 2007
¿Acaso mi tiempo no vale?
Yo ya sé que es un clásico quejarse de las horas que uno espera para sacar un documento, para que lo atienda el oculista, para inscribirse en el monotributo, para dar de baja la banda ancha, etcétera. Pero hace un rato leí algo que me parece que llega al fondo del malestar que generan esas esperas. Es de la ¿saga? de Duna (de Frank Herbert).
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario