“El amor me hace hablar demasiado”, decía Barthes.
Y así, una de las cosas que me surgen, en este mismo momento, es: “hay que ser muy perversa mequetrefe hija de puta para decir, como Carrió, que es perverso sacarle plata a los jubilados para dársela a los pobres”.
Pero no, no es así: no hay que meterse en disputas con las hijas y entenados de la catástrofe que antecedió al kirchnerismo.
También me surge decir que hay que ser muy reverenda mierda para no hacer una cobertura como dios manda de un evento trascendental como la asignación universal por hijo, que hay que ser muy sorete resentido para transmitir en cadena (privada) la herida no mortal de UN policía y no la decisión que saca de la indigencia a MILLONES, una decisión que los vuelve a la vida ciudadana, que NOS ENVUELVE en la vida ciudadana.
Pero no, tampoco es así; y la pérdida de los medios hegemónicos de su brújula respecto de lo que es noticiable y lo que es relevante tampoco debe hacernos sacar, salirnos de nuestras casillas. Ahí tenemos la nueva ley de medios, y con ella –y nuestra capacidad de comunicación– debemos hacer más cosas que quejarnos de que el (ex) monopolio siga adoleciendo del más mínimo decoro. Son unos mierdas y ya lo sabemos. Pero nunca es triste la verdad, lo que no tiene es beneficio de inventario.
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