15 octubre 2010

Las joyas de la abuela (reporte de situación)

Todos mis muertos

La primera muerte que lloré fue la de mi tío Eduardo, el 6 de enero del 89. Murió a los 36 años, mi edad actual. Adela -mi abueladela, madre de Eduardo y también de mi padre- murió un año después. Otro tío, materno él, falleció en 1991.
La esposa de un herrero y dos comerciantes. Hace poco hice las cuentas; y en mi casa materna hace un tiempo forjé la sentencia: "Un muerto por híper".

Mi viejo, en cambio, se murió en 2000 en plena deflación, en plena depresión, después de una serie de operaciones para las que tuvo que vender todo lo que quedaba.
"Vendió, literalmente, las joyas de la abuela", le dije el otro día a Martín, un amigo del laburo. Como Menem, cuya reelección mi padre había festejado, la victoria de quien finalmente lo entregaría al Parco Fernando.

"Cuando pienso en él, a veces me entristecía que no haya llegado a ver a De la Rúa en helicóptero o ahora a Cristina", le dije hace unos días a Charly, mi jefecito, cuando retornó al laburo después del duelo por el suyo. "Murió en su tallercito, a las cinco de la tarde, descansando, con su 43/70 y su mate", me dijo después él.
El mío, casi su contraparte en esta historia, también murió fumando, pero en su pieza, y sin una pierna... Y, sobre todo, supongo que de pena, de vergüenza, ante esa nueva invalidez, ese fantasma amputado nacido en un cuerpo sin empleo.
Y tuvo que vender nomás, en el 2000, las joyas de la abuela.

***

Reporte de situación

En este 2010, las joyas de la abuela son las reservas del Central y el fondo de garantía del Anses, las inversiones del Estado en las principales empresas del país. La Oposición votó una ley que obliga al Estado a malvenderlas, a la desinversión instantánea contra todos los argentinos.
Se veta, listo. Se vetó.

Y la vida sigue.

Y estoy dejando de fumar.

E incluso gozando con la responsabilidad de ser delegado gremial, aunque últimamente viva angustiado, seguramente por lo novedoso del asunto, y se me hayan pelado las manos, por una alergia que no tenía desde los tiempos en que trabajaba en La Ley y quería huir de ella para irme a La Nación.

1 comentario:

fd dijo...

Un abrazo mostro.
El pasado nos presenta el futuro.

Por momentos nos convertimos en la herramienta que toma el pasado y lo devuelve como futuro. Presente somos cuando presenciamos.

otro abrazo, que pronto te daré en presencia...
fd