Hace cincuenta horas mataron a un muchacho en una manifestación política. Por eso hace veinte estuve en la Plaza. Fue grato verla llena.
Fue raro no querer acercarme a casi ninguna bandera de las que vi desplazarse desde el Obelisco hasta la Pirámide.
Y ominoso oír ciertas caracterizaciones del gobierno de Cristina, porque hoy hay un asesinado político enfriándose que hace algo más verosímil la falacia: Pedraza=Moyano=Cristina=Gatillo policial.
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Sirvió para purgar también, puesto que si apoyamos a este gobierno es porque nos resulta una garantía, no contra todos los capilares de la represión, pero sí contra los de la protesta social; de modo que este muerto, Mariano Ferreyra, también nos pesa a nosotros, en tanto militantes.
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Y además porque hemos compartido el dolor con quienes lo están sintiendo más de primera mano, que no son pocos, los de su palo. Ayer estuvimos Malala y yo parados en la esquina de la Plaza más cercana a la desembocadura de Diagonal Norte, y vimos pasar cada una de las banderas que por allí entraron, que fueron casi todas. Y escuchamos cánticos delirantes, otros que pedían paredón y otros un poco más templados.
Y así como cuando llegamos a una cierta edad, de cada muerto que lloramos no pocas lágrimas salen membretadas desde nuestra propia tumba, así también pensaba que si ese dolor sigue sin resolverse, será nuestro horizonte militante más acuciante.
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Nos encontramos con Diego, que me dice: “Eeeey, la fiesta del reencuentro verdaderamente: me estoy cruzando con todos”, y pasó a enumerar a muchos compañeros de la facultad y de otros lados de la vida. En eso apareció Fernandita, quien sobre el final me preguntó:
–¿Qué te pasa, Ariel, que estás tan callado?
–Y... el motivo no es grato... Y para colmo hay consignas que no comparto.
–Eeeh, pero... ¿Cómo consignas que no compart? ¿Sos kirchnerista?
–Y sí, claro.
–Ah, bueno... ¿Pero entonces para qué viniste?
–Porque ayer mataron a un pibe –sonaron al unísono mi respuesta y la de Malala, en esa ronda que habíamos formado en las enrojecidas escalinatas de la Catedral.
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Y mañana será otro día. Espero que uno mejor que anteayer. Ojalá... de hecho, ayer ya fue un poco mejor que el miércoles.
2 comentarios:
Eso, mataron a un pibe.
Y siempre los muertos los ponemos nosotros.
Me acuerdo ahora, me vuelvo a acordar, de aquella vez que perdí la inocencia en la secundaria, cuando me enteré que a agunos amigos se los habían llevado en plena noche pero nadie decía nada.
Tengo ese dolor tatuado en el alma.
Y luego se sucedieron los tatuajes. El el dolor.
Fue una semana de miércoles.
El cielo se agrietó un poco.
Yo tambien fui a la Plaza, solo. Y algún otro que confunde el enemigo me preguntó que hacía allí.
Le dije que yo no lo confundía.
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