Dice Schmidt que, sólo por nombrar a los más poderosos de esta época, los culpables de la decadencia del periodismo se encuentran en la entente Albistur-Fernández-Spolsky, por hacer circular productos patrocinados, cuyo beneficio no es fruto de su consumo sino de la pauta comercial pública que los banca. Sin embargo, digo yo, sabemos que el patrocinio empresarial de las empresas de medios es el axioma de base de toda producción de mercancías de prensa, y mucho más desde que desapareció la sección de Gremiales de los diarios (supongo que más o menos después de la época en que empezaron a desaparecer los gremialistas).
Más allá de los mínimos matices, eso es apenas parte de todo lo que tan perfectamente dice Schmidt en sus ya ocho excelentes intervenciones en los Trabajos Prácticos.
Los medios montan su elocuencia en denuncias de hechos objetables o repudiables. Ejemplo ya canonizado: Indec, a) porque manipula y tergiversa datos clave para saber qué está pasando y b) porque, para lograrlo, el kirchnerismo apela a un sistema de control policial. Perfecto, ponele. Pero una de las informaciones que los medios nunca dan es cómo están ellos mismos, como empresas que son, respecto de ambas cuestiones.
¿Y por casa? Hechos bolsa.
Hoy, mientras hacía una parte de mis supuestas obligaciones laborales, escucho que uno de mis tantos jefes dice: “Me voy a fijar cómo están las acciones de Clarín”. De pronto me encontré diciéndole: “En picada deben estar. Arrancaron a 19 o 21, no me acuerdo”. “Msé, cuando arrancaron...”, respondió él.
Recién me encontré buscando a cuánto cotizaban efectivamente. En el camino, me enteré de que en el tercer trimestre de 2008, el grupo tuvo una ganancia de 138 millones de pesos. Sin embargo, las acciones, que llegaron a costar 32 pesos en algún momento del último año, hoy cuestan 8,90. Percibo el desacople entre valor financiero y la rentabilidad de la empresa y una parte de mí se siente como Jack Skellington cuando dice algo así como: “¡Qué reacción tan interesante!, pero ¡¿qué significará?!”.
Recién veía Filmoteca, el ciclo que sale de lunes a viernes por Canal 7 a las 0.30, presentado y dirigido por Fernando Martín Peña y Fabián Manes. Ya parezco un gacetillero cualquiera. Pero no. No había visto nunca el programa. Una pena. Pero hoy, alegría grande. Pensar qué pasó desde los tiempos de los Sofovich (padre e hijo) hasta la Dra. Lamedi a en Mañana vemos y, antes de acostarse, por ejemplo como hoy, Berlín, de Walter Ruttman (1927) y Buenos Aires, de David José Kohon (1958). Millones de años luz mide el abismo que separa ambos períodos. Y sin embargo son apenas unos 150 meses. Una razón más para ser antiantikirchnerista (todo entusiasmo se parece al cosmos: es finito, aunque no tenga límites).
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