“Detuvieron a De Angeli”, me había dicho Malala, y junto con el sol menguante de la época le daban el golpe de muerte a mi dormir. “Los tienen que meter en cana a todos”, le comenté con el luctuoso carácter del sueño y ya desde temprano empezaba la mala sangre.
Hace unas horas, Malala, asomada a la ventana, me dice: “Hay cacerolazo”. “Ya iba a llegar”, pensé, luego del amague de ayer y la agitación mediática de hoy. Decidimos bajar. Por el viaducto Carranza pasaban no más de noventa personas, escoltadas por una maltrecha camioneta negra con la consigna basta kristina pintada con brocha blanca y dos patrulleros. Detrás, el tránsito particular y de pasajeros. Noventa gatos locos con banderas de mundial.
Fuimos hasta el cajero (a pagar) y de vuelta Malala entró en un bazar. Yo esperé afuera fumando un cigarrillo. Miré hacia el norte, y vi a lo lejos el sol reflejarse en los ventanales de los edificios de Cabildo y luego, a un par de metros, la consabida propaganda de vía pública: día del padre en el solar. con una compra superior a los 200 pesos, te llevás un cap de
El sol de invierno calienta mejor en el corredor norte de la ciudad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario