Finalmente, ayer a la noche me surgió una duda: ¿qué habrá sido de los noventa gatos locos que, a las cuatro y veinte de la tarde, pasaron con sus banderas, camioneta y patrulleros por el viaducto Carranza rumbo a… adónde? Tal vez fueran hacia a Plaza de Mayo, pero seguro que se volvieron antes, tal vez por enterarse de que la Plaza estaba siendo disputada, seguro porque recordaron que la calle tiene más roces que el living propio o la mesa de un café de cuatro pesos.
Más tarde, mientras miraba TN por internet, el discurso de Alberto me pareció tan pertinente como la fugacísima intervención de Aníbal; y sus apariciones mediáticas tan eficaces como las callejeras de Guillermo Moreno, Nilda Garré y el mismísimo Néstor. Con los dirigentes a la cabeza, mejor. Da cuenta de una unidad del núcleo duro del gobierno que, de no tenerla, sólo auguraría horizontes sombríos. Al parecer, no es ese el caso.
De modo que la polarización ya está encauzada entre, por un lado, las orillas del desabastecimiento y el acopio como objetivos tácticos de los cortes de ruta y, por el otro, el procesamiento de De Angeli, en tanto mariscal de campo de los propietarios piqueteros. Pero esa es la foto, de hoy. La polarización, una vez encauzada, tiende a ganar caudal y a ascender el nivel de sus aguas. Redondeando la metafórica: si la única estrategia frente a la creciente es la paciencia, seguramente muchos terminaremos ahogados; por el contrario, una canalización interna acordonada por terraplenes redistribuirá los flujos y podrá generar un nuevo nivel de flotación para todos.
A fluir, entonces.
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