Nos fuimos de vacaciones.
A nuestro modo de ver, sublimes vacaciones.
Suerte que duraron más de veinte días (en Uruguay no se consideraría "suerte", puesto serían normales para un tipo de 37 que desde hace siete años realiza un trabajo calificado en relación de dependencia), porque si no, no hubieran alcanzado.
Las primeras diez noches, soñé imágenes laborales.
Tenía una contractura mental severa.
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Me fui a Uruguay, a Montevideo y a Rocha (a Punta del Diablo para mayor precisión).
Gracias a que el año pasado tomé varios trabajos por fuera de la compañía que me acredita el sueldo (la libertad de acción de ser corrector, y no pluma, de la empresa; en definitiva, el beneficio de no firmar un contrato de exclusividad), para mis vacaciones 2011 pude pagar el alquiler de una quincena larga de una cabañita entre lindas playas.
En consecuencia, Malala se llevó su netbook, y por ello yo tuve acceso a la internet en diferido.
Un asunto como Fukushima lo ameritaba.
Otro asunto como el exhorto suizo también.
Y después la costumbre hizo el resto.
Así fue que descubrí la internet diferida. Que consiste en revisar tus casillas de correo y, después, copiar y pegar en Word textos (posts sobre todo, aunque también notas de diarios) que, mucho más que legibles, te resultan sustanciosos.
Así disfruté de un post (y, va de suyo, sus comentarios) de Samurai Jack, a quien en algún momento había llegado a considerar un barrilete cósmico, un extraterrestre un poco pajero... de modo que por H o por B no dejé de leerlo.
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Otra cosa que me repercutió fue el comentario de Daniel en este post. La mejor respuesta que se me ocurrió fue: “Era la única manera de evitarme TN”. Pero en realidad era mentira: si me había ido a Rocha era por sus playas, es decir, por su horizonte. Así que así saludo también a ese hermano bloguero.
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Mística es lo que se genera cuando hay varios que creen que a equis (o equises) hay muchos que lo(s) quieren.
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