El 28J me trajo perplejidad, una que de tan improbable -según mi interpretación (bloguizada) de la realidad- repercutió luego en una cierta afasia que aún no me deja. Sin embargo, el sujeto no deja de pensar, por lo tanto existe (malgré el integrismo posestructuralista).
En consecuencia, durante un mes sólo pude abocarme a mirar el bosque, puesto que aquella afasia me habilitaba mejor dicha visión que la del árbol.
Y así fue como obturé la próxima inauguración de una intensa temporada parlamentaria.
Me desayuné recién el domingo, domingo al que desperté con la voz de mi hermana hablándome de la abuela, internada por un accidente cerebro-vascular. Cuando cortamos, Malala llamó a su abuelo.
A Julio, por suerte (y por obra de su gracia vital), Malala lo encontró tan íntegro y polémico como de costumbre (costumbre que consiste en serlo, siempre, un poco más). Para no hacerla larga, el corolario de su análisis político fue: "Y van a ganar de nuevo, como ganaron siempre, siempre, hasta ser los dueños del país".
Malala me refirió su conversación, apenas estuve repuesto después de sollozar un rato. "Van a ganar, van a ganar de nuevo." La frase se reiteraba en mi mente aumentando su perentoriedad. Finalmente, si bien pude rechazarla un rato, cedí ante el embate del sujeto que la había enunciado en principio, Julio, una persona que perfecciona tan entrañablemente bien mi prototipo de "abuelo" que me es imposible desoír su palabra.
Cuando caí en la cuenta, me levanté. Posteé. Y salimos a ver a mi Abuela Beba (quien por obra y gracia de su vitalidad, ya se encuentra tan bien como siempre: vivita y contándola).
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