21 marzo 2009

Vinieron todos, qué pocos son


Se dice que el más radicalizado de los X-Men se jacta de inventar presidentes; e incluso que al propio Chacho Álvarez le dijo cierta vez: "Ya te hice vicepresidente. ¿Ahora qué más querés?". Está claro: Chacho terminó renunciando.
El caso de Carrió corre, deambula digamos, por el mismo andarivel. Porque, reiteramos, no es una cuestión de clarinismo o anticlarinismo: es pura lógica o un juego de necesidad.
Un político es una persona que representa la voluntad de parte de la ciudadanía. En algunos casos esa representatividad se corrobora en el contacto más o menos mediado con los sectores objetivo de políticas, con los sujetos de esas políticas y con quienes las implementan. En otros casos, la relación se sostiene sólo a través de los medios del "periodismo independiente", mientras que si estos -en una hipótesis apocalíptica- desaparecieran, o perdieran buena parte de su poder relativo, quienes alquilan su carro para la función pública también verán menguadas sus potencias.
"Nos quieren convertir en régimen", decía Manolo hace unos días. Y de ocurrir, de ocurrir que las alas "izquierda" y "derecha" del peronismo hegemonicen, por ejemplo, el 80% de los cargos provinciales de Buenos Aires (un porcentaje similar al que ostenta Clarín respecto de la producción mediática argentina), la pérdida de representatividad de los no peronistas recaerá sobre los hombros de Elisa Avelina Lilita Carrió. Ya que es inaceptable que un político que hace diez años viene teniendo una posición expectante como opción de gobierno no haya podido establecer una estructura de mayor alcance que el Instituto Hannah Arendt. No es serio. A menos que la Carrió aspire al poder político sólo después de haber resignado parte de sus potencias, y así ser funcional a los intereses de los propietarios de los grandes grupos económicos. Y lo dijo: nadie se lo puso en su boca.
Complementariamente, en el clima de desconfianza instalado por el tinglado comunicacional privado es posible que, llegado el caso, en un día malo, Buzzi se clave dos Alplax de más y después -consecuentemente- el resto del frasco, y que, finalmente, contra toda evidencia, los medios afirmen que el luctuoso suceso se debió a una nueva salvajada del gobierno kirchnerista. Pero por suerte no es el caso. Buzzi se estará clavando -cuando mucho- tres Alplax por día. De modo de no descarrillará ni la mitad de lo descarrilado por De la Rúa, pongamos, sólo por nombrar otro empastillado mediático. De modo que todavía puede convocar a los veinte autoconvocados con los que cada pueblo sojero aporta lo suyo para establecer los piquetes más misérrimos que recuerde la memoria episódica de los actuales habitantes de Argentina.

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