18 marzo 2009

Por lo general prefiero no tomar licencia en el trabajo si no es para salir de la ciudad, pero a veces las cosas no salen redondas y en su ovaladura yo trato de acomodarme.
Entonces resulta que la curva de la media mañana en casa tiene sol en el sillón y es confortable sentarse a leer allí porque el calor intenso es sólo un recuerdo de hace diez días, cercano pero no palpable.
Además me limpia de la lectura electrónica de los diarios, que no sólo aburren –como dice Ariel– sino que también contaminan, degluten y transforman, e indignan y te dan ganas de mandar todo a la mismísima mierda.
Por suerte están los blogs... Y el sol, claro.

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