–¡Pero podría haber sido! –interrumpí, indignado por las derivaciones que iba infiriendo de sus palabras.
–Podría haber sido, imposible negarlo, pero digamos que preferiste no indagar demasiado los límites. Y después de todo, todo estaba dispuesto como para que te entretuvieras: diarios apenas viejos, libros, un poco de internet, las tres temporadas de Lost... Para quien no persiga consecuentemente, enfermizamente si querés, la libertad, o para quien no imagina utilizarla más que para hacer eso que tan gentilmente te ofrecía el encierro, la situación estaba dada para hacer la plancha y ver qué pasaba. Y no está mal: a veces hay que desensillar hasta que aclare, ¿no? Claro que algunos siguen de largo hasta el mediodía... Y ojo –me atajó–: jamás me opondría a que alguien duerma mucho. Pero bueno, cuando te despertás tenés dos opciones: o te despabilás o te disponés a seguir durmiendo. Y vos viniste por la gloria y terminaste en Devoto. Así que, colijo, dormiste.
»Disculpá la franqueza.
Yo asentí, y supe que con ese gesto también se me iba una aceptación: en los siguientes minutos, sería todo oídos.
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