El viernes fuimos en auto a un día de camping en el río Manso. Allí conocimos a Enrique y Blanca, progenitores de Axel, amigo de Carolina, hija de Beta y Raúl, nuestro matrimonio huésped (“huésped” en el sentido de propietarios que nos hospedan, claro). Enrique es investigador de Conicet y Blanca es médica, y decidieron hace seis meses radicarse en El Bolsón. No son viejos pero cargan con sus 60, por lo que no resultaría raro que lo estén pensando como su último lugar de residencia.
Casi lo primero que vi de ellos fue a Blanca haciendo callar a Enrique cuando éste hablaba sobre asuntos impositivos: “Cortala. Es aburrido. Lo del asado está bien, pero esto es aburrido”, le dijo como a los gritos, aunque hablara apenas con el hilo de voz que su disfonía le dejaba emitir. En el almuerzo –al que había contribuido con sendas ensaladas de endibia y radicheta–, Blanca dijo también que está proscripta y que es por eso que no puede trabajar. (Desconocemos la causa de su proscripción.) Enrique, por su parte, es de ascendencia alemana: su padre llegó al país en 1948; y me comentó, mientras se hacía cargo de ese asado casi familiar, que le gustaba la vida al aire libre y la pesca. “Después me voy a echar un tirito por ahí”, me dijo mientras daba vuelta el cordero.
Axel, su hijo, es rubio y risueño, creía que “El arriero” era una canción de Mollo, tiene ciertos modismos a lo Macri y a veces dice “me taré” y hace trampa jugando al chancho, juego en que descuella.
En fin, es sólo un recorte.
Otro: La remisera que nos trajo ayer desde El Bolsón hasta el Lago Puelo llegó a
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