30 agosto 2007
La educación sentimental
29 agosto 2007
Salta la leche cuando hierve
Uno de los hombres más recios de Calanda, que se hubiera muerto de risa si llega a enterarse de nuestros problemas de conciencia, era don Leoncio, uno de los dos médicos, republicano acérrimo que había empapelado su despacho con las páginas en color de la revista El Motín, publicación anarquista y ferozmente anticlerical, muy popular en la España de entonces. Todavía recuerdo uno de aquellos dibujos. Dos curas gordos sentados en una carreta y Cristo, enganchado a las varas, sudando y jadeando.
Para dar una idea del talante de la revista, veamos cómo describía una manifestación celebrada en Madrid, durante la cual unos obreros atacaron violentamente a unos sacerdotes, hiriendo a varios transeúntes y rompiendo escaparates.
«Ayer por la tarde, un grupo de obreros subían tranquilamente por la calle de la Montera cuando, por la acera contraria, vieron bajar dos sacerdotes. Ante tal provocación...»"
Luis Buñuel, Mi último suspiro, Barcelona, De Bolsillo, 2000
27 agosto 2007
Qué tarro
Villa Delfín
No me voy a extender sobre el diálogo Bergoglio-Delfín. Y no voy a hacerlo porque no puedo. Me encantaría haber sido el hombre invisible en esa reunión. Pero no, aunque tal vez la presencia de Francis Ford se contemple la producción de la versión argentina de El Padrino (iii).
Sí quiero detenerme un poco en la evolución demográfica de las villas, porque tengo a mano Prohibido vivir aquí. Una historia de los planes de erradicación de villas de la última dictadura, de Eduardo Blaustein. Las cifras: a mediados de la década del 50, primer momento en que el Estado institucionaliza la problemática, la autodenominada Revolución Libertadora realiza un censo que calculó en 33.920 las personas que habitaban en las 21 villas de la Capital. Hoy se calculan en más de 200 mil personas (entre villas y asentamientos). Desde ese momento, el número nunca dejó de crecer, con la excepción del período de Del Cioppo-Cacciatore-Videla, cuando el número de villeros decreció de 225 mil en
Hoy, pleno siglo veintiuno y mayormente en silencio, la problemática se sostiene casi inmodificada, sólo que en lo próximo el gobierno delfín volverá a traerla a la palestra, con la metodología usual de la derecha vernácula: la erradicación. Habrá que estar atentos. De todos modos, casi imposible no estarlo, ya que la cuestión no se agota en las villas, ya que ellas conforman el piso del valor inmobiliario sobre el que se calcula, entre otras cosas, el precio de los alquileres, de la vivienda, de la tierra en fin.
25 agosto 2007
Si necesitás algo, chiflá
Por mi parte, jamás tomé en serio un “estoy para lo que necesites”.
Distinto es el caso de quien tiene un favor que cobrar. Ahí como única excepción a la regla es donde uno puede agarrarse de una frase cortés y reclamar el favor real... pero el diálogo sería distinto y cito: “¿Sabés que me estoy mudando, no?”, “Sí, sí, lo sé” (nótese que no hay ofrecimiento), “Entonces, por qué no me ayudás a mover los muebles… que yo te conseguí el laburo, papá” (aquí la pregunta es claramente retórica).
En este caso está bien reclamar el favor, porque existe una contrapartida real; es lícito.
Como verán existe un gris, una zona donde las cosas no son del todo transparentes ni opacas... El favor es una figura que no queda del todo clara y por lo tanto no tiene reglas tan definidas. Es muy probable que un favor pueda convertirse fácilmente en chantaje. Y es ahí donde estaríamos en una situación más del lado de lo negro y menos del lado de lo gris. Sería un “vení, mudame, rasqueteame el piso, que si no le cuento a tu jermu adónde vas los jueves cuando le decís que vas a jugar al paddle”. Nos fuimos del otro lado, es evidente que el buen uso de un favor como figura jurídica queda supeditado a los valores éticos de los actores. Es falto de ética convocar a la consecución de un favor ofrecido bajo una frase de cortesía, siempre que no exista historia previa de un favor adeudado, sólo en ese caso se puede reclamar. Y por supuesto, no está bien visto el chantaje...
Como último punto, y para no dejar cabos sueltos, quiero referirme a los valores éticos antes nombrados. Cuando hablamos de esto, nos estamos refiriendo a un tema que podría ser determinante a la hora de establecer qué es y qué no es un favor. Pero como siempre, les dejo ese ejercicio... Definamos qué es un favor y a partir de allí podremos definir cómo serán la ética y la moral del favor...
Ya, a esta altura, estimado lector, podrá comenzar a ver que me es extremadamente difícil creer en las acciones altruistas. Como decía Rumpelstilskin, “yo no doy puntada sin hilo”, e hizo de la paja... oro. Y, según la moral cristiana y occidental, la paja es un pecado. Y ¿quién va a negar que convertir la paja en oro no es una acción altruista? Si yo hubiese podido convertir la paja en oro, tendría unos cuantos kilos.
(Tweety no postea, pero manda estos mails generales.)
24 agosto 2007
El nombre de la cosa
En Mundo Perverso, Diego colgó unos videos de representantes de los elocuentemente denominados "fondos buitres", conglomerados financieros que recaudan a partir de millones de sueldos, apuestan millones en movimientos financieros con tasas usurarias o acciones que viven la vida de las burbujas y finalmente suelen depositar millones a resguardo y sin mover el culo. Sin duda conforman la parte más activa, masiva y funcional del terrorismo económico, y son el enlace entre el capital transnacionalizado y las cúpulas financieras locales. Perfecto. O perfectamente mal. Pero que de ahí a que traduzcan el nombre de una de sus máscaras legales como Grupo de Tareas Estadounidenses para Argentina es una decisión que si bien los muestra intelectualmente honestos, no pierde por ello su contenido de amenaza.
23 agosto 2007
Proxeneteando por un sueño
Second Life es la constatación material –económica– del estado del pensamiento actual; su probable fracaso mostrará la contradicción de un producto que falle por tener demasiados potenciales consumidores que sean a la vez reales competidores.
Tal estado del pensamiento cotidiano favorece relaciones claustrofóbicas: “¡Ja! Ahora ya sé porque el volantero de McDonald’s se la pasa siempre enfrente del kiosco: mirá la cantidad de culo que hay acá” (oído al pasar en Santa Fe al cuatro mil y pico).
Nosotros dijimos basta desconectándonos todo lo posible (y cuando digo “nosotros”, hablo por mí y un grupo de pajeros amigos). La elección es clara, la realidad también: no podemos procesar tantos objetos de propiciación masturbatoria. Estamos cerca de perder incluso el gusto por la masturbación. Se están zarpando (y cuando no digo “ellos” no pronuncio “el pujante oligopolio y todas las redes monopolizadoras que establece con los «exteriores del oligopolio»”).
Están enfermando gente.
El malestar también es viral.
¿Qué hace un delfín en pleno campo?
Con el candidato electo había pasado lo mismo: aunque no por brillante, su padre lo sacó del campo. Digo “lo sacó” porque el hijo fue ladero y primera espada, fue delfín. Hasta que vació un par de empresas, contrabandeó con otras y, lo peor, trascendió. ¡Fuera de campo! Desapareció; cientos de días por propia decisión, otros por comisarios bonaerenses. Después, de lleno al club de sus amores, con Nosiglia en el cabaret: la realización, por fin, del sueño tardo-treintañero de la vida propia; el desafío de lo real a riesgo de la desventura, el fracaso y la solidaridad consecuente de la oligarquía exitosa (no son sus palabras, pero así pinta él su epopeya de gerente).
Ahora ya se agenció un campo propio y con más potencial. El delfín en pleno campo, montado sobre una corriente poderosa, con un poder que no podrá no ejercer. Pero, hacia atrás, esta oscilación entre el delfín y el fuera de campo ¿está configurada desde el vamos como un movimiento de tenazas? Porque si hay plan, hay reservas de trabajo y excedente de contactos: los fundamentos de este espléndido momento que está atravesando la familia.
Paralelamente, ¿hay expansión en la parte argentina de la clase hegemónica (imperial)? Porque si la expansión es hasta acá, en adelante todo será atrincheramiento y administración de la pobreza, y la mano vendrá más fulera.
Las oscilaciones en las respuestas marcarán los límites del gobierno delfín.
De esos límites para adentro, por mi lado, y a 109 días de esa misérrima asunción, mi pregunta sobre qué hace un delfín en pleno campo se resuelve en: va al frente sobre las olas como el primero de la clase, aguanta remolón los trapos a la salida de algún Cromañón o –siempre por el medio como para no pifiarle– porta el estandarte hasta, aproximadamente –espero– octubre de 2011.
14 agosto 2007
Más meme
Los dejo con Martín:
"Aprovecho la oportunidad para compartir –porque sí– unos versos. Unos versos de la poeta uruguaya Idea Vilariño (vaya nombre que tiene esta dama). Que pueden ser publicados, pues sí. O no. Pero acá van."
«Verte reír»
Verte reír tocarte con las manos
vivir contigo un día un año tres semanas
compartir vida seria vida mansa contigo
encontrarte en la cama
vistiéndote en el cuarto
oliendo a alcohol fumando
sudando en el verano
o en el amor cerrando
tus ojos atentos y distraídos.
"Me gusta la sencillez que emanan esas palabras, así dichas, así sentidas. Me gusta cómo ellas dicen. Me gusta leerlas y que me devuelvan rostros. Me gusta lo que prometen, lo que implican. Que me hablen de ayer y de mañana. La caprichosa esperanza de obsequiarlas como me han llegado a mí.
Sin más, mis cordiales saludos,
Martín"
13 agosto 2007
De Zappa a Jerry Hopkins, 1968. El mes que viene, la entrevista sale en esa revista de rock que no es La Mano ni es Inrockuptibles y de cuyo nombre no puedo acordarme. (Acá arriba vemos a Zappa copiando a Charly, sólo que diez años antes).
08 agosto 2007
“La crisis causó 2 nuevas muertes” (La piña vengadora/Fanchiotti)
En fin... puede que sea un regodeo frívolo, incluso intrascendente en su impotencia, pero yo lo disfruté igual.
07 agosto 2007
“La crisis causó 2 nuevas muertes” (Por la boca come y muere el pez)
Podría también señalar lo bien que se ve en plena Hora clave el felipismo del gobernador Solá, cuando, en perfecto ejercicio de su propia doctrina, comienza una intervención haciéndose el boludo: “El presidente me llamó a las 7 de la tarde. Me sacó de una reunión de doscientos médicos donde estaba yo... [el destacado es suyo], este /.../, y me dijo: «Atención con la foto de Clarín de hoy, porque parece ser que allí uno de los muertos todavía está vivo»”. (El felipismo emerge cuando Solá se percata de haberse tildado en su egomanía y apela a la muletilla “este”, que le sirve para mitigar el silencio antes de retomar. También, obvio, cuando dice que se entera cómo fueron las cosas unas 24 horas después.)
Podría también comentar que las muletillas surgen cuando nos quedamos sin palabras pero que ese quedarse sin palabras no siempre es síntoma de dolo político sino también que puede indicar impotencia. Como cuando el hermano de Darío, Leonardo Santillán dice: “Estos hijos de puta lo matan a mi hermano ¡y nosotros somos los violentos? Siempre somos los mismos... Los mismos violentos de siempre somos nosotros, ¡no? Porque queremos mejorar nuestra calidad de vida, loco, porque queremos que las compañeras tengan lo que no pueden tener, loco. Por eso murió mi hermano, loco: porque estaba siempre acá.”.
Y como podría, lo hice.
Él
El título de este minipost, por la película de Buñuel, que es un gol de media cancha (y al ángulo).
03 agosto 2007
Motoquero fumón
-¿A quién buscás?
Él mira el sobre y responde, lento:
-Al señor... Carlos... Pellegrini.
02 agosto 2007
“La crisis causó 2 nuevas muertes.” (Sinceramente/Blanck)
Cuando escriba un manual para detectar cínicos (y no creo que lo haga, por el riesgo implicaría para mi propia imagen), debería hacer un apartado con el uso de “sinceramente” (el uso de “en serio” podría homologarse). “Sinceramente no sé qué decirte” creo que es la única frase (no tengo todo el corpus en mente) que puede ser dicha sin menoscabo de quien la emite. Y si mi oficio fuera el del verdugo (o el de juez, lo mismo da), esta palabra haría expedito el camino hacia el cadalso de aquel que la dijera. Pero como estos no son tiempos de inquisiciones sino de juicios sumarios, paso al caso Julio Blanck.
Los editores no siempre son buenas personas; los jefes de sección, menos; y los jefes de redacción, muy rara vez. JB aceptó todos esos puestos en Clarín. También fue el único que tuvo el tupé de decir “sinceramente te digo”, aunque -claro- un poco antes de verse obligado a decir la verdad . Y si en el post anterior decía que La crisis era ante todo un documento es porque –contra lo que sostienen algunos– no se desgañita tanto en la diatriba contra el oligopolio como se aboca con denuedo en diseccionar la producción de noticias de tapa, esa retrorrealidad que los medios sobreimprimen a diario (disculpen el subrayado).
El documental, que no tiene voz en off, se sostiene exclusivamente sobre la base del testimonio de los actores. Y a quienes digan que tiene demasiado trabajo de edición, respondo: a) ese es uno de los trabajos del documentalista; b) ningún trabajo de edición genera declaraciones como las siguientes, todas de Julio Blanck en su despacho, en plena redacción.
“Yo reconozco mi parte. Este título es horrible. Este título no dice la verdad. Distrae las verdaderas causas de esas muertes. En cambio esa foto...”
“Y algunos dicen que Clarín escondió las fotos 24 horas... ¡Pistola! [sic, en serio, y pronuncia: /¡Piss-tóla!/]”
“Y bueno, ¿entonces qué hacemos con Clarín? ¿Le [sic] prendemos fuego en la vía pública? ¿Qué hacemos? ¿Hacemos de cuenta que esto no se publicó? [Repite, tal vez entusiasmado con la idea.] ¿Hacemos de cuenta que esto no se publicó? Sería la política, hermano. ¿Cómo se llama si no? Eso hace que la gente mire para otro lado, y aunque tengan razón muchas veces ustedes, la gente mira para otro lado.”
Y para cuando ya pasaron los títulos, la frase que perdura, porque cristaliza todo un estadio del pensamiento contemporáneo, es la siguiente: “Mucha gente trabaja para mucha gente. Nosotros hacemos lo que tenemos que hacer”. A confesión de parte...
Vienen por el agua
Y yo que ayer soñé con la llegada de las naves...
01 agosto 2007
Ya sobre la ruta (Oleup XI)
Mi cabeza ya era un quilombo cuando uno de los siete llegó hasta mí al trote.
–El se hace llamar León, pero no se llama así. Eso no importa: yo me hago llamar Carlos y tampoco me llamo así. Y lo mismo con Walter. Es decir, todos nuestros nombres son falsos, menos Rolando y Teodoro, porque ellos son más intelectuales y dicen que les pesa deshacerse de su nombre. Esto tampoco importa. Lo que sí: vas a necesitar ayuda y acá, en el almuerzo, tal vez la encuentres. Fuera de ese horario, no sé. Ah, y decile a la neuquina que si quiere saber algo que venga a preguntarnos a nosotros –me dejó una flautita de mortadela y queso envuelta en un somero papel y volvió como vino.
Justamente en la neuquina estaba pensando cuando Carlos apareció. Era esa voz a nuestras espaldas en el pantano del lago. Cuando Malala y yo giramos para verla, ella había continuado:
–Le están poniendo una tintura a la madera para que parezca mejor. Tal vez sea eso este olor. Hoy agarré a los chicos y me vine para acá, a ver si encuentro algo que me dé la razón. Si un día ven un líquido muy oscuro, métanlo en una bolsita y vayan a verme al negocio, la maderera de la entrada del pueblo.
¡Ay de quienes convoquen la aventura y luego le rehúyan, porque suyo será el reino de las dudas. Sé de qué hablo.
Pensando en el rencuentro con Malala después de tanto tiempo, en preguntarle por la neuquina con quien ella había conversado más que yo (“Casandra se llama”), llegué hasta la ruta y paré el colectivo.