Malala y yo vivimos, como buenos osos que somos, en un convertible: un PH al que se accede por su patio cubierto por unas oblongas secciones de fibra de vidrio que se pueden abrir y cerrar (y que se ponga a existir dios sólo para castigarme por mi ignorancia u olvido del nombre de ese tipo de techumbre, o bien, a los hispanos todos, si es que no existiera en nuestra lengua tal expresión). Recién miraba en paz el pedacito de cielo que se deja ver entre todo tipo de paredes, arrenglonado por ese techo transformable en semicielo.
Hace unos días vimos Bad News Bears y a Malala le gustó tanto como a mí: de bastante a mucho. Y eso que es sobre un equipo de béisbol. Pero aproveché para recordar y aprender, por su boca, algunos rudimentos del juego. El (la) final arrojó un claro vencedor moral: los Bears, sobre los Yankees. Estos Bears, los osos digamos, no son, con tal vez un par de excepciones según nuestro juicio, losers, categoría estadounidense cuya improbable importación sólo es posible parafraseando a Chilavert: son “los que no han ganado nada”. Porque es mucho más fácil empatar en el fútbol que en cualquier deporte yanqui, de modo que para ellos quien no gane, pierde. Y peor ahora, cuando la piedra filosofal que transmutó las hipotecas en mercancías y prendas agotó su vida útil, tan corta como la del sistema de exacción de las AFJP. Para colmo, hoy vence su garantía. "¡Go, Bears! ¡Bad news for Yankees!"
Anoche vimos, por la mitad, El gran Lebowski. Y mientras Malala se desmoronaba hacia la paz de un merecidísimo sueño, yo vinculaba una película con la otra. De modo que el Dude me pareció uno más entre los tantos osos –angelino en su caso–, quienes prefieren retacear su ingración en el exclusivísimo caos organizado por el lucro tradicional, que sobreviven a los tumbos evitando la fatiga, sin dejar de desear la falla definitiva de la farsa.
Todo pasa, todo queda, todo llega. Y ahora mismo, en este mismo momento, mientras van a votar o no, bajo el volcán, tengo parte de mi esperanza puesta en ellos. ¡Vamos osos todavía! Yérganse, vayan por las bayas rojas y maduras, y repartan sus abrazos a diestra y siniestra. Son ustedes, chicos. No importa quién gane. La vida es sueño. Y que ahora espere el Valhalla.
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