“¿Hasta cuándo, Catilina, seguirás abusando de nuestra paciencia?” Así dijo, hace miles de años, Julio César en el Senado. Y cientos de decenas de años después, más de tres textos citaron la frase. Esas simples citas dan por tierra las pretensiones del doble pensar –estilo de la corrección política– y su repulsa del argumento contra el sujeto (ad hominem). Desde ya que importa qué se dice, pero en ese “qué” va también quién (y por eso cuándo) lo dice. Eso se sabe. Bah, se sabe... quiero decir: al menos los putos, las putas, muchas otras mujeres, los judíos, los peronistas y el resto de los negros lo sabemos. Y así pensamos los bloques.
Por ejemplo.
Si un hacendado argentino dice en octubre de 2008: “La Iglesia, el Ejército y el campo son tres instituciones que hicieron grande a la Argentina. Ojalá activemos eso junto al resto de la sociedad para ser un país grande y no chico como es ahora”, el cuadro ya tiene un marco. Y si el marco, en paralelo, se refleja a distancia por el ambiguo Colo: “A nosotros, los peronistas, todas esas mentiras nos [sic] dan vergüenza. El peronismo no es pelear con la iglesia, con el campo o con los militares. El peronismo no divide a los argentinos. Todas esas mentiras no son peronistas. Son kirchneristas”, lo que tenemos, en acto, ya es un bloque. De poder. Aunque algunos no puedan y se demoren en volteretas, como Buzzi, panqueque cómico, ya en el aire ya en la sartén.
Si en referencia a la promesa de Obama de reducir los impuestos al 95% de los estadounidenses y de subirlos a aquellos que ganan más de 250.000 dólares al año, alguien pondera: “El plan impositivo de Barack Obama convertiría [al IRS o Hacienda estadounidense] en una gigantesca agencia de bienestar”, supongo que el autor es un partidario demócrata. Pero no, fue McCain. Y entonces no es encomio sino repudio, repudio de la promesa de promover políticamente el bienestar. En pleno desconche de la desregulación económica. (Y aun así, Obama no contraataca, sino que niega la acusación.) Ahí hay otro bloque. El de los padres fundadores. Del neoliberalismo (la perinola de la desigualdad sistémica en pleno trance del todos ponen). Porque sin desigualdad, sostienen, no hay competencia y la economía se fosiliza. Y para impedirlo primero promovieron el desempleo. Y el control de los sindicatos. Y una vez que el desempleo y el retraso salarial masificaron el empobrecimiento, la ortodoxia cínica comenzó a vociferar, por todos los medios, “Trabajen, negros de mierda”.
Si el Discovery (otrora propiedad de la pública BBC y hoy en manos del cuasi monopolio usamericano) se dedica a echar luz sobre temas tan trascendentales como las apariciones de fantasmas; si el History (también conocido como Hitlery Channel) nunca pudo superar su representación de la historia como una indefectible sucesión de guerras; no debe sorprendernos que la programación del National Geographic se aventure en terrenos de geopolítica latinoamericana del siguiente modo: “El populismo no es solo un fenómeno político sino también una parte de la cultura de Latinoamérica; de ahí la relación con la telenovela que se menciona en el documental”. Y listo el pollo: “Los latinos son (tele) noveleros, de allí prevalencia de infecciones populistas entre ellos”. Pero el pollo todavía picotea y el chiste se conoce: “Las rubias salen en bolas en Playboy; las indias, en National Geographic”. El programa se titula Consecuencias y lo conduce un gorila 2.0. De modo que ahí tenemos otro bloque (redundante hasta el bochonorno: “Indigenismo” -la primera emisión del ciclo- se estrenó el 12 de octubre).
De modo que si uno sigue la línea punteada, tendería a pensar que ya va siendo hora de respondernos por qué siguen abusando de nuestra paciencia. "Porque pueden" ya se va quedando corta como respuesta. Pero todavía pueden. Nos lo enrostra la perduración del relato sobre el 11 septiembre de 2001. Y sin embargo las demolieron. La evidencia: a) nunca una estructura de ese tipo colapsó por fuego; b) su derrumbe fue sin resistencia, en caída casi libre). Por las dudas, Discovery Channel ya cambió su versión de los hechos y ni siquiera nombra a Bin Laden. En última instancia, si no pueden convencernos, la hacen Easy y empiezan los despidos (a menos que la mano visible de la Presidencia opere en favor de los trabajadores amenazados).
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