“Go West” era el mandato del oro. Y hacia allí se iba, con la bolsa y la vida. Era una aventura que abría un paréntesis en la vida, que se cerraba cuando sacabas de la bolsa los cheques de viajero y los convertías por billetes o metálico. Porque entonces las monedas eran convertibles a oro, sustancia que desde los tiempos de Midas viene representando –a veces a los ponchazos– el valor de la riqueza.
La ilustración de los cheques de viajeros solía ser una figura romana, un centurión en el caso de los American Express; inmediatamente, la cadena significante se expandía hacia los campos imperiales a través de ese jefe de la centuria, metonímico emisario de los poderes de Roma. Otros dicen –al pedo– que esa figura en realidad es Mercurio, el dios romano del comercio. En cualquier caso, la metáfora es imperial.
Décadas después, Gertrude Stein decía “una rosa es una rosa es una rosa” y, avant garde –como siempre ella– se hacía precursora de Nixon y su “un dólar es un dólar es un dólar”. La cadena significante se metamorfosea en tautología, en esquizofrenia egomaníaca. Es la ruptura de la ya enclenque cadena significante sostenida en el verde tertium comparationis.
“Si el dólar deja de ser lo que fue, como parece que puede suceder en el mediano plazo por la extraordinaria crisis en Estados Unidos, muchos en Argentina pueden padecer un agudo conflicto existencial que requerirá de psicólogos más que de economistas”, Alfredo Zaiat.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario