Se me vuelan estos días, ansioso por conocer la resolución de
un conflicto que ya excede largamente las actuales fronteras rurales y se proyecta sobre buena parte de
la Argentina futura. Por tal motivo, ajeno a las invectivas de José Pablo Feinmann y Horacio González, la inmersión en el mundo blogger y afines es una de mis más intensas actividades, ya que la desconfianza que me suscita el oligopolio mediático me hace merodear sus reductos (diarios, portales digitales) como el descuidista al acecho de una cartera o un portafolios dejados al acaso, como el incivil empleado de ceremonial que se hace la comidilla con el tajo que x representante corporativo tiene en el culo de su pantalón. Pero como tampoco este tipo de actividades me sacia el ansia, leo posts y comentarios de al menos diez blogs, portales y
comunidades, desde
Artemio López hasta
Jorge Asís, pasando por
Artepolítica,
Mundo Perverso,
Mide/No Mide y
tantos otros más que no podría no olvidarme de
alguno. (Total... que
cualquier pelotudo tenga un blog es mejor que el sistema de medios hegemónicos, adonde sólo acceden los pelotudos IRAM o ISO 9000, sean los vintage tradicionales o los neoapalancados.)
Pero tampoco quedo conforme, desde ya. Finalmente me cansa, como cualquier obstinado pedido de peras al olmo. Por supuesto: no hay en los blogs certezas o verdades trascendentes que diriman de una cómo está viniendo o vendrá la mano. Como tampoco las hay en la patria mediática, ni en la Comisión de Enlace ni en la Jefatura de Gabinete. Por otra parte, ¿para qué quiero conocerla, si creo que no puedo cambiarla? ¿De qué le sirve el pronóstico del tiempo a quien espera seguir viviendo en la intemperie?
A mí me sirve para ir viendo. El futuro de este gobierno –y junto con él, el de todos nosotros– se delimitará en las próximas semanas. Los grandes diarios dirán su parte en ese espacio que dejan entre publicidad y publicidad. Mientras que los blogs, en tanto, excederán los límites de la sábana o el tabloide, tejerán con sus denuncias y sus confidencias, con sus mentiras y sus cotilleos, una ampliación apaisada del campo representado de nuestra realidad, ese que después de tantos años de concentración ya no excede los límites de una foto de 4x4.
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