De todos los pseudoacontecimientos, el día de la primavera es mi favorito, porque es el más feliz de todos, creo. Cada año, millones de adolescentes embarazan a sus novias por esta fecha... Sí, sí, hagamos cuentas: si naciste a fines de junio o en julio, sos producto del frenesí descontrolado de las hormonas setentetosas u ochentosas de tus padres, que en algún momento, y aunque intenten hacer todo lo posible por aplacar tu adolescencia tardía, también “la hicieron!”.
Estaría bien ponerse de buen humor y hasta festejar el día de la primavera siempre y cuando uno sea adolescente. Pero a ver, nosotros –adulto joven entre 23 y 33, masomenos– no podemos festejar el día de la primavera, o por lo menos no está bien visto. Sin embargo sí podemos festejar el día del estudiante, claro que si tenés más de 30 y estás festejando el día del estudiante, mejor que sea el día del “estudiante de Zubeldía” (glorioso equipo pincharrata campeón del mundo), aunque en mi opinión personal el estudio dignifica. Pero el día que mi amigo Washington le dijo eso a su padre, fue la última vez que lo vio... pasó lo esperado: mi amigo de 28 años fue puesto “de patitas en la calle” y nunca pudo terminar su curso de souvenirs para baby showers.
Pero todo este razonamiento viene a una sola cosa: ¿Cómo llegamos a que el día de la primavera y el día del estudiante sean el mismo? ¿Dónde se tocan estos acontecimientos? Le pregunté a grandes sabios de la cultura como era este fenómeno y lo comparto con ustedes.
En el año 1678 un párroco escolástico experimentó un fulminante enamoramiento hacia un monaguillo, claro que era el siglo XV (para lo que no saben de los números romanos, es el siglo equisvé), así que podrán imaginarse cómo terminó la anécdota... El párroco se acercó al monaguillo mientras este retozaba debajo de un níspero y le dijo: “Joven aprendiz, ya conocéis las enseñanzas de Dios, ya conocéis los mandamientos de Dios, ya conocéis los textos de Dios... ahora te voy a mostrar la cara de Dios!”. El joven monaguillo observó cómo el párroco dejaba caer sus vestiduras, lo miró a los ojos, se irguió con fruición y lo cagó a trompadas. Claro que el monaguillo se convirtió en el ídolo del monasterio, por lo que se declaró el día 21 de marzo como el Día del Estudiante, en recuero de la paliza que le propinó el aprendiz a su propio maestro. Nota al pie: en el hemisferio norte el 21 de marzo es el día en que comienza la primavera.
Con respecto al festejo del día del comienzo de la primavera es tan obvio que no vale la pena explicarlo, ¿no? ¿Pero por qué se festeja? El equipo de investigaciones científicas de Wisconsin, con sede en la sociedad de fomento de Burzaco, declara en su manifiesto “Razones de festejo del Día de la Primavera” lo siguiente:
"Serán invitados todos los hombres a regalar flores a las mujeres de su círculo social, para evitarles oler (aunque sea un día al año) los ofensas que despiden de sus malolientes cuerpos. Pero son los hombres los que deben convencer a las mujeres de que ellas son factótum del festejo e incluso del mismo comienzo de la primavera, y que esto no tiene nada que ver con la física y mucho menos con la astronomía. Es más: este equipo de investigaciones desconoce la existencia de un subversivo conocido como Copérnico.
Estas son solo algunas citas de aquel magnífico libro que daría vida al personaje de Ennio Pistacho magníficamente llevado al cine por el gran Rocco Siffredi en Como es el día de la primavera, llevaste este ramo y sus muy exitosas once secuelas.
Como siempre, al final de tanto, no tenemos absolutamente nada, no llegamos a ninguna conclusión. Pero como decía el célebre filósofo Tsun-Tzu: “En la vida como en el TEG, hay que poner una fichita en todos lados”.
Amigos y amigas feliz primavera, aunque no hayan hecho ningún mérito para ser felicitados.
Tweety, 2007, todos los derechos reservados.
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