En un sábado típico para laburar, puesto que si algo hoy sobra a los correctores de pruebas de imprenta es trabajo, me resisto y me pongo a escribir para postear, que ya iba siendo hora.
Pasadas las noticias sobre la Policía Metropolitana, verdadera joya de las fuerzas de seguridad en la Argentina, que abunda en miembros procesados, bien por causas de drogas o bien incorporados como comisarios luego de ser separados ¡de la Federal! por encubrir prostíbulos, me instruyo con Zaiat.
Tema del día: la deuda.
Después de discriminar la parte de deuda pública que está en manos de organismos estatales (60.000 millones) y la que está en manos de organismos financieros internacionales (algo más de 16.000 millones de dólares), resulta que la deuda externa es de unos 77.000 millones, con una proporción entre PBI y deuda pública de ¼.
El desendeudamiento es, por consiguiente, una de las grandes herencias de estos siete años de kirchnerismo.
Entonces no se entiende por qué Boudou quiere volver a emitir deuda. Tal vez tenga Amado motivos válidos, pero no jodamos: nunca nos convino tener más deuda. Entonces ¿por qué mejor no lo prueban otros presidentes, otros ministros, digamos a partir de 2015, o 2019?
Por otro lado, casi una nota de color, si no fuera por la cantidad de dinero en cuestión: el Estudio Bein “calculó que la subestimación de la inflación generó un ahorro de 78 mil millones de pesos, equivalente a 19.700 millones de dólares al tipo de cambio actual”, el único (grandísimo) logro del IndeK.
Después pasé por Ramble y finalmente pude sentirme inserto en una categoría estadística, ya que habla Artemio de “jóvenes socialmente vulnerables que en el año 1994 tenían 18 años de edad y hoy tienen 35”. (No porque no esté en una situación vulnerable habré de olvidarme de quiénes son mis hermanos ni de cómo era todo cuando yo comenzaba a ser joven, ahora que ya casi no lo soy.)
E iba a publicar todo ayer. Pero finalmente lo hago hoy, después de pasar por el post de ayer de Manolo, leer un cuento bellísimo, y de homenajear hoy con él su recuerdo, en el que hubiera sido, ayer, un nuevo cumpleaños de su hijo.
Hay golpes en la vida tan fuertes..., yo no sé, golpes como del odio de dios.
Sin embargo, rezuma tanta fortaleza también que uno sólo debe ponerse la botas y salir de nuevo a la calle, como quien a la batalla, pero feliz y sin sangre.
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