
Por lo que se ve, es más caro el camino rumbo al NOA. Por otro lado, el proyecto arrastra el halo nocturno de toda modernización megalómana, al menos en un contexto como el argentino, con déficit infraestructurales muchos más urgentes. Aun así, para un proyecto de tal envergadura, no parece doloroso abonar cuatro cómodas cuotas anuales de 900 millones de dólares, con tal que lo terminen, claro, y podamos al mediodía comer un dorado en Rosario (pongamos que en la bajada España) y tomarnos un fernet en Córdoba capital ya a la tardecita. Todo sea por la integración argentina.
Más o menos esto último habrán pensado Cristina Fernández y Mauricio Macri cuando acordaron llevar adelante acciones conjuntas para el soterramiento del ramal Sarmiento e los tramos Caballito-Liniers-Moreno.

Bah, entender, creo que entiendo, lo que no tiene es remedio.

Ambos datos monetarios constan en el anexo al artículo 11 del presupuesto.
En línea con los grandes proyectos infraestructurales, este aporta su granito de arena a la incesante palermización de la ciudad de Buenos Aires y a su correlato monetario: el encarecimiento de la vivienda (¡vida paria en la burbuja inmobiliaria!).