30 mayo 2007

El perseguido absoluto (por absolutos perversos)

Mi nombre es Roberto Gómez. Viví momento aciagos y conozco la necesidad. Por eso ahora estoy acá. No quiero, sin embargo, plantear mi colaboración con Los Perros como un acto de pura generosidad: para mí también fue un alivio que se me aceptase.
Acabo de salir de una larga internación psiquiátrica en el Instituto de Retroinserción Laboral Elpidio Olivera. Antes fui agente de la Federal, mi primer y último trabajo. (A mis 40 ya soy un pensionado. Nada mal, y disculpen el cinismo.) Terminé, literalmente, loco por el fútbol: para tareas de oficina, sabía escribir mi nombre, y como tampoco descollaba en arma, gas y cachiporra, terminé especializándome en refuerzo para espectáculos deportivos. Tenía que estar parado y, eventualmente, rosquear alguna, apretar un poco... Mejor no sigo.
En mi reclusión terapéutica, lo que más me acompañó fueron los estudios gramaticales (había empezado con matemáticas, pero los médicos, al ver mi obsesión con límites e integradas, me las desaconsejaron). Una vez, en un libro sobre léxico, leí en una nota a pie que un tal Althusser decía lo siguiente: cuando se usa la palabra “evidente” o “evidentemente”, lo que habla es la ideología en acción, la runfla en movimiento. Yo recordé mi historia y le creí. Hoy, ya en libertad, leo el Clarín del sábado. Me entero de que Telerman, el perseguido del título, en un acto organizado por la Juventud Radicalla Juventud-Radical!) fue más allá. Dijo: “Es absolutamente evidente...”. Y ya está. Un comienzo como ese, y todo lo que viene después es mentira; ya porque el que habla no cree en lo que dirá a continuación, ya porque no cree que sea absolutamente evidente (ni lo que dirá después ni nada confesable en campaña), ya porque más allá de hacer referencia a algo evidente, su discurso no es referencial sino representacional. Lo mismo pasa con el color negro de su atuendo de campaña. La frase completa: “Es absolutamente evidente que estoy siendo objeto de una persecución absolutamente perversa”. ¿Serán los abusos del absolutismo o la publicidad subliminal de la consabida marca de vodka? Por su parte, en una mesita debajo del atril del orador, Jesús Rodríguez se clavaba una copita de tinto.
Apenas empecé con la gramatoterapia, también me gustó el tema de esas palabras que funcionan como intensificadores. Son las palabras del júbilo y la convicción y el desborde. Tanto me gustó que decir “gustar” es poco. También son las palabras de la ironía y el timo. En este sentido, las palabras de valor opuesto, los mitigadores, no se quedan atrás, porque sugieren lo omitido. Y cuando se usan ambos matizadores... bueno, eso ya es la ideología total (total qué importa). Vayan a ver si no el título de la página 8 de ese mismo ejemplar, donde Eduardo van der Kooy daba cuenta del acto de Kirchner junto con su atribuida fórmula sucesoria: “La candidatura de Cristina se afianza tanto que casi no tiene retroceso”. Recorté el titular y lo pegué en la heladera.

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