Acabo de salir de una larga internación psiquiátrica en el Instituto de Retroinserción Laboral Elpidio Olivera. Antes fui agente de
En mi reclusión terapéutica, lo que más me acompañó fueron los estudios gramaticales (había empezado con matemáticas, pero los médicos, al ver mi obsesión con límites e integradas, me las desaconsejaron). Una vez, en un libro sobre léxico, leí en una nota a pie que un tal Althusser decía lo siguiente: cuando se usa la palabra “evidente” o “evidentemente”, lo que habla es la ideología en acción, la runfla en movimiento. Yo recordé mi historia y le creí. Hoy, ya en libertad, leo el Clarín del sábado. Me entero de que Telerman, el perseguido del título, en un acto organizado por
Apenas empecé con la gramatoterapia, también me gustó el tema de esas palabras que funcionan como intensificadores. Son las palabras del júbilo y la convicción y el desborde. Tanto me gustó que decir “gustar” es poco. También son las palabras de la ironía y el timo. En este sentido, las palabras de valor opuesto, los mitigadores, no se quedan atrás, porque sugieren lo omitido. Y cuando se usan ambos matizadores... bueno, eso ya es la ideología total (total qué importa). Vayan a ver si no el título de la página 8 de ese mismo ejemplar, donde Eduardo van der Kooy daba cuenta del acto de Kirchner junto con su atribuida fórmula sucesoria: “La candidatura de Cristina se afianza tanto que casi no tiene retroceso”. Recorté el titular y lo pegué en la heladera.
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