Yo, por mi parte, cuando llegué a la comarca estaba convencido –hoy lo sé– de que por la descontrolada expansión de Neuquén, por la compraventa de tierras en gran escala, por el desmonte a mansalva, era imposible que, en algún lugar de la zona, la presión inmobiliaria no estuviera arrastrando a alguien hacia el engaño, el homicidio, la traición. “¡Qué mejor que encontrarlo en un pueblo chico!” ¿Para qué quería encontrarlo? Si lo supiera, no estaría acá encerrado, y podría ser peor.
Por el momento no me quejo: no me falta nada. Ni comida, ni alcohol, ni algún librito, ni alguna ocasional conexión a internet (eso sí: fugaz y vigilada). Incluso tuve que convencerlos para que se lleven el televisor, y no sin bastante esfuerzo: sienten algo parecido a la culpa cuando ven a un prisionero sin tele. “La Corporación Sur persigue la integración, no eliminarlo como individuo. El televisor era para que se entretuviera, para que se le pasaran más rápido sus últimos días acá. No importa, ya casi es el día.”
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