28 abril 2006

No sé a ustedes

Pero a mí, me genera mucha desconfianza la gente que saluda por el día del trabajador.

Paja brava

Exhibicionista alemán se masturbó en balcón

De tan entusiasmados que se encuentran con el Mundial a desarrollar en su país, los alemanes muestran contentos las "pelotas" que van a utilizar en los partidos a todo el mundo. Pero en pleno barrio de Palermo a un atrevido ciudadano germano, se le fue un poco la "mano" ya que realizaba exhibiciones obscenas en el balcón de su departamento, lo que escandalizaba a vecinos. Hasta se masturbó en público sin darle "bola" a los policías que trataron de disuadirlo.
El insólito episodio se produjo poco antes de las 11 cuando el individuo salió desnudo a un balcón del séptimo piso de un edificio ubicado en Gurruchaga entre Guatemala y Paraguay, y además de exhibirse, comenzó a tocarse.
Vecinos llamaron a la policía y llegaron dos patrullas de la Comisaría 23º, que llamaron por el timbre del departamento del hombre para comunicarle que estaba haciendo algo ilegal, pero este no los atendió.
Los efectivos tomaron declaraciones de vecinos del edificio, que dijeron que ya estaban disgustados desde hacía tiempo por la presencia del alemán, que con frecuencia se exhibía desnudo en el inmueble.

Extraído de Diario Popular del 27 de abril.
Por supuesto, las comillas y negritas son de ellos.
¡¡Muchas gracias, Aguostro!!

26 abril 2006

Frases hechas

“Quisiera ser una efigie de dientes apretados”, acabo de decirme mientras pensaba cómo me gustaría argumentar en discusión encarnizada. Fue un destello del que fui apenas consciente, programador. Menos aun lo fui cuando, mientras corregía en casa de Malala y oía Old Boy –una película que ella estaba mirando–, creí escuchar, como palabras españolas intercaladas en medio de una conversación en coreano: “Es vergüenza del guerrero desoír su voluntad”*, una frase surgida casi totalmente del mero afán de lenguaje que ostentamos –literalmente– los humanos. La consideré bella, gallarda: dos perfectos octosílabos castellanos.

Y bueno... quería compartirla (u ostentarla, no sé).

* Si alguien lo sabe, que me diga, por favor, si es una frase conocida, una frase más ajena aun que la mía, escuchada por mí en algún momento y resucitada en un determinado choque de circunstancias.

Sensatez y resentimiento

Me quedaba una tarea pendiente: completar el panorama de Caseros –en la cárcel–, aquello que no tuvo que cabida en la reseña por distintos motivos que no vienen al caso, pero que podrían reconocerse en lo siguiente.
En un momento se me ocurrió poner que era una película demasiado peronista, pero pensándolo mejor desistí, porque el gorilismo no representa para mí una opción feliz, y menos en determinados contextos de producción gorilista. La línea argumental hubiera sido: este documental adolece de costumbrismo peronista. (Otro de los motivos por los que no fue abordado dicho argumento fue que no encontraba discurso con que sostenerlo.)
Sin embargo, persisten impresiones.
Por ejemplo, la visión retrospectiva genera en Caseros cierto tono de “canto a la vida”, que no por entenderlo –la verdad, el único buen destino que puede tener esa cárcel es su demolición– deja de molestarme. En última instancia, las cárceles siguen estando, aunque no sea esa. Lo mismo que las condiciones de represión: el urbanismo, la desocupación y el empobrecimiento se han integrado con más intensidad que nunca a la tarea de salvaguardar los mismos intereses de siempre y, así, han alivianado un poco la faena de las policías varias, que no por ello dejan de operar y responder a, digamos, sus mandos naturales. (Debo decir lo que me agobia: la coherencia del enemigo abona mi resentimiento.) Y, una vez generado dicho tono –si no festivo, al menos reconciliatorio con la realidad–, me resulta difícil no adjudicárselo al carácter de varios de sus protagonistas, a su condición de dirigentes sobrevivientes, reenganchados en los aparatos del Estado. En tal sentido, el mejor momento de la película es el siguiente: hacia el final, cada uno de los ex detenidos da cuenta de cuáles son sus actuales ocupaciones; entonces una larga serie de respuestas iniciada por Piccinini –quien había llegado hablar de “directivos” sindicales, como si un sindicato fuera una corporación– escalonó sindicalistas, diputados, legisladores municipales... Finalmente Hugo Colaone, un barbudo de anteojos, dice: “Bueno, ahora yo soy estudiante –estoy estudiando periodismo–, manejo un taxi, estoy en una sociedad de fomento y coordino un taller por la memoria. Es decir: ninguna actividad que atente contra los intereses populares”. (Ahí sí que me reí con ganas, como si presenciara, en una discusión ajena, la sensata ironía de aquél con quien yo simpatizaba interiormente.)

25 abril 2006

Esta semana ando medio así...

Too Many of My Yesterdays


So many years ago, I thought you were the one -
who knows when people change, surrender into strangeness,
adrift upon their lives, encompassed by the past?
Who knows which one becomes the last goodbye?
Don't try to tell me nothing dies.
Don't try to tell me nothing's changed,
don't try to tell me nothing's new,
too many of my yesterdays belong to you.

I shelved my broken heart, I put you from my mind,
I got up from my knees, I picked up all my pieces,
but seeing you again puts shakes into my soul.
Just when I think I'm finally over you,
don't come and show me that's not true.

Tell me about it, talk to me - I hear it coming, I feel it coming,
the way you want this thing to be.
You're only trading on our memories
don't go and say you still love me.

You're trading on my memories, you're trading in a rosy past;
you know I'm lost on stormy seas...but I still stand before the mast,
beneath the stars and under sail towards horizons out of true....
Behind the dance of seven veils I still see you....

Tell me about it, have your way;
I see it coming, I hear it coming,
I know what you're about to say.
You've had too many of my yesterdays,
and I don't want to fall again.

Don't try to tell me nothing's changed,
don't try to tell me nothing's new,
too many of my yesterdays are lost in you.


Peter Hammill

Existencial

Usar musculosa y arriba chaleco de lana ¿tiene onda o es una boludez?

20 abril 2006

A veces pasa

No sé si alguna vez te pasó, pero hay momentos en que son pocas, poquísimas, las cosas que parecen tener algún sentido. Luego sucede lo peor y me deslizo, sin querer, hacia ese lugar donde la razón de todo está dada por tu ausencia.

Duda

Por motivos, que no viene al caso aclarar, desde hace
unos días me encuentro cuidando (?) la casa de un amigo
que vive con su pareja en el coqueto barrio de
Belgrano. La cuestión es que, hace unos días, mientras
armaba la cama matrimonial, observé que estos chicos
poseen unas de esas fundas dobles para almohadas,
entonces, notando que el sentido de tal adminículo no
tiene lo que ver con la practicidad, me pregunto, ¿para
que catzo sirve eso, eh?
Lo único que se me ocurre es que tal vez colabore, de
alguna forma extraña, con la comunión parejil el
hecho de andar todas las noches babeando la misma
cosa. Es lo único que se me ocurre, pero como verán ,
últimamente se me están ocurriendo pocas cosas.

Próximamente en Cinemanía... (fue primicia de Los Perros)

Ficha
Título:
Caseros -en la cárcel-.

Dirección: Julio Raffo.

Elenco: ex presos políticos (Alberto Piccinini, Francisco “Barba” Gutiérrez, Juan Carlos Dante Gullo, Manuel Gaggero, entre otros). Locución: Eduardo Aliverti

Origen: Argentina.

Duración: 75 minutos.

Síntesis: Un grupo de ex presos políticos, encerrados entre 1979 y 1984 en Caseros, regresa al edificio en 2001, en pleno proceso de desmantelamiento. Recuerdos de la vida en una cárcel donde nunca entraba el sol.

Bajada: El lado legal de la represión en un documental en primera persona

Si bien el título es un poco laxo, el tema central son las experiencias de ex presos políticos detenidos en Caseros bajo el último gobierno de facto. Es decir, un aspecto interesante de la vida en dictadura, dado que de ella conocemos mucho mejor su sistema de exterminio clandestino que sus avatares más legales. Lo difícil era mostrar la articulación entre el sistema y los casos. El director optó por reunir en el caduco edificio a antiguos presidiarios y filmar ese regreso. Paralelamente, los recuerdos que se suscitan –organizados según criterios temáticos– son mechados con el discurso de inauguración pronunciado por el ministro del Interior de Videla (una cínica perorata sobre derechos humanos). Pero lo que podría haber sido una historia se transforma en un contrapunto en que la cárcel, como sistema y personaje, se diluye un poco entre los recuerdos de los usos y costumbres. La apuesta no era fácil y el resultado, si bien no es homogéneo, es consistente cuando los protagonistas recuperan sus historias de vida o la sonrisa del sobreviviente, o cuando una frase logra sintetizar aquel estado de cosas: “Me confinaron en la celda de castigo por treparme a las rejas para ver el amanecer”.


(La síntesis y la bajada son tentativas. ¿Ampliaremos? ¿O el tema no da para más ? Se escuchan comentarios.)

18 abril 2006

Penúltimas noticias de ayer

Mientras una parte de nuestros mundillos cotidianos pulula incesante por las diferentes salas en que se desarrolla el Bacifi 2006, a mí me toca hacer la reseña de una película Bafici 2005 (Caseros, en la cárcel, un documental de Julio Raffo). Y con gusto.

Me planteo dudas y certezas sobre Caseros, las que conformarán el marco valorativo con que veré la película. ¿Cómo es una cárcel modelo en un régimen dictatorial modelo en el aspecto de prescindir de las cárceles? De otro modo: ¿cómo es una cárcel en un régimen que contempla instancias de sanción peores que esa? ¿Quiénes eran los que a allí fueron encerrados a partir del 23 de abril de 1979, fecha de inauguración? ¿Hubo interrogatorios o el régimen la preservó como cárcel modelo? ¿Qué modelo? Lo que sé: arquitectónicamente, el de Alcatraz, cerrada a mediados del 60 por ser considerada inhumana. Políticamente, for export, para apaciguar a las buenas conciencias de los veedores internacionales de derechos humanos. Cuál es la función de los veedores internacionales y cómo, luego de décadas, un Estado se percata de que sus cárceles son inhumanas son dudas que seguramente el documental no responderá, porque, claro, tampoco es su función.

Tampoco repondrá mi primer recuerdo de esa cárcel que vi “por primera vez” en el invierno de 1990, de la que ya conocía una de sus características: las ventanas eran demasiado altas y su borde inferior quedaba siempre por encima de la línea de visión del prisionero. Por esa época andábamos tristes: la crisis desatada desde finales del gobierno de Alfonsín le había dejado a mi padre la muerte de un hermano y la licuación de un capital amasado en un cajón de pizzería, entre otros emprendimientos. En aquel momento comenzaba a regentear un local cuyo fondo de comercio había alquilado. Era el bar de la esquina de Pichincha y Brasil. Allí, desde una de las mesas de la ochava, mientras escuchaba una conversación sobre el ingeniero Santos sostenida por una menguante clientela, bajo un techo oscuro y un cielo encapotado, vi por primera vez mi primer recuerdo de esa masa sombría de concreto. La miré un rato y, después, de algún modo que ya he olvidado, salté del sentimiento de pérdida y angustia económica que yo experimentaba al de opresión y clausura que habrán experimentado los presos en esa odiosa estructura. No era entender, pero tal vez ya sospechara que la economía es la continuación de la guerra por otros medios, más precisamente, sistemas de encierro.

Durante mucho tiempo, cada vez que pasé por Caseros con alguien, siempre me encargué de hacerle notar la altura y la estrechez de aquellas ventanas, como un dato ineludible, a esta altura, ya no sé si de la cárcel o de mí.

14 abril 2006

Por la vuelta

Hace un rato terminé de leer por completo el blog de Evelyn (http://mosquitodragon.blogspot.com/), que en ocasiones me hace reír con ganas, otras me deja pensando, otras me coloca en sus climas (el relato de la melancolía-saudade lo maneja con precisión) y otras me informa en qué anda su vida, claro que con referentes encriptados.
Decidí leer su blog, primero, porque me lo dijo y luego me lo recordó; segundo, porque me dio curiosidad. Empecé por algunas entradas actuales, pero después me pareció mejor comenzar por el principio (cuando estoy de buen humor prefiero lo exhaustivo). Así que, desde junio/agosto del año pasado, llegué hasta este abril redundantemente otoñal.
Tiene una entrada en que dice que escribe, básicamente, porque se la hicieron creer. Sea Jony sea Fernando (¿?), una serie de personas la convencieron de que tenía “el don de la palabra”. Yo sumé un comentario en que más o menos le decía que no sólo ese, sino que también tenía el don de convencer a otros de que también tenían el don de la palabra. Era fácil para ella: “Sos talentoso”. Ese fue mi caso. Antes ya había escrito mis textos, pero, hay que decirlo, fue ella la que me acicateó para que, ya que había retomado, continuara. Fui feliz por un rato y fue el último de los cuatro períodos delirantes que tuve en mi vida. Terminó en un delirio de pantalla ancha.
Hoy, con la tramposa visión retrospectiva, no logro precisar qué falló. Finalmente nos distanciamos, me fui, desaparecí: “No estoy a la altura de las circunstancias” me dije, y fue mi dictamen. No sé si por no estar a la altura de su juicio estético o por la desesperación que me causaba desconocer por qué la realidad me era tan ingrata, si por la falsedad de su juicio o por mi falta de voluntad. (La realidad “me era ingrata” también por otros motivos, pero que no vienen a este caso.)
Hoy, con la diferida e incierta eficacia de los proyectos, tengo en mi mochila saber que para escribir sólo hay que estar a la altura de una sola circunstancia: la convicción de darnos algún tipo de sentido. En lo que a mí respecta, doy por reiniciado el posteo en este blog, el ladrido responsable de los perros que luchan por su libertad (o al menos por su sentido).